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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

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Una casona que incendia la curiosidad

Juan Vilariño |

Después de un desvío de alrededor de cien metros desde la ruta que lleva a la Quebrada de San Lorenzo (Salta), existe una vieja propiedad abandonada que no pasa desapercibida ante ningún paseante. La identidad del arquitecto que la diseñó está perdida en una niebla de misterios.

Algunos lugareños dicen que es una casa embrujada, porque aseguran haberse sentido inexplicablemente asustados al curiosear en su jardín desde el exterior. También, que después de sacar fotos desde la reja, descubrieron que lo que aparecía no era lo que tenían frente a la cámara. Cuestión de creer o disfrutar.

Embrujada o no, la vivienda popularmente conocida como el “Château San Miguel”, con su estampa un poco decadente pero romántica hasta los cimientos, es un lugar que incendia la imaginación. Además, afirman en buen criollo, que ahí asustan.

Tratando de echar luz sobre el asunto, di a través de las redes con María Vuksanovic, historiadora y música salteña. María cuenta que: “La construcción de esa casa fue encargada por la familia San Miguel a principios del siglo XX, y podría tratarse de un diseño desconocido de Gianotti, un laureado arquitecto italiano que proyectó, entre otras obras de importancia, la confitería El Molino en Buenos Aires y también la gigantesca Galería Güemes.”

Ahí vamos. Francesco Terencio Gianotti nació en 1881 en un pueblo del Piamonte italiano llamado Lanzo. Es escasa la información que existe sobre su vida en Europa, es decir, antes de llegar a Buenos Aires en 1909. Sabemos que realizó decoraciones de interiores en Milán, destacándose la del Palazzo Casanova, en la mismísima Piazza del Duomo, y que diseñó varios pabellones para la Exposición Universal de Milán en 1906. En la Capital Federal argentina proyectó diversas casas de renta, y probablemente sus dos obras más ambiciosas y conocidas: La Galería Güemes, edificio Art Noveau que con ochenta metros de altura es considerado uno de los primeros rascacielos de Latinoamérica, y la primer construcción en la que se utilizó hormigón armado, según los cuadernos de historia de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA. Los gastos de obra casi llevan a la quiebra a sus propietarios salteños, David Ovejero y Emilio San Miguel: Diez millones de pesos fuertes en el presupuesto original, que terminaron siendo quince, porque Argentina. Esto sumado a que, estando en plena Primera Guerra Mundial, un submarino alemán hundió el barco que traía los mármoles italianos para la fachada que da a calle Florida.

Además, la mítica Confitería El Molino, soberbiamente restaurada hace muy poco tiempo, y que fue caedero de bizarros y elegantes personajes durante la Belle Epoque porteña.

 A pesar de que en Salta existen varios trabajos de su autoría, Gianotti estuvo en una sola ocasión por la ciudad. Después de esa visita, envió desde Buenos Aires los planos de los diseños que le encargaban. Es proyecto suyo el Pabellón Centenario, hoy Museo de Ciencias Naturales y declarado recientemente Monumento Histórico Nacional. También el Mercado Central o San Miguel, y el Palacio Usandivaras, ahora transformado en un suntuoso hotel (Design).

De la autobiografía, mecanografiada en treinta páginas hacia el final de su vida, surge también que en 1917 realizó la decoración interior del actual Centro Cultural América, en aquel entonces sede del Club 20 de febrero, y que a mediados del mismo siglo fue la Casa de Gobierno de la Provincia. 

A su obra la calificaron cómo “modernista y anecdótica, austera, racional, heroica, encarnación del genio latino, y hasta hecha por un gran demoledor.”

Volviendo a la misteriosa casa ubicada en la falda de la yunga salteña, Vuksanovic agrega: “Una curiosidad que no he podido comprobar, es el origen de los materiales que se usaron. Los descendientes dicen que muchos objetos y componentes pesados, son sobrantes de la construcción de la Galería Güemes, su obra magna, comisionada por Emilio San Miguel junto a David Ovejero, primo y socio empresarial.”

“La hipótesis más fuerte es que Gianotti hizo el proyecto, pero que el constructor fue Ernesto Gronda, pionero del academicismo en Salta y, visto el ejemplar, diría que de lo moderno también.” concluye.

El archivo de Gronda se quemó en algún momento lejano del siglo XX. Un aderezo más al misterio de la casa.

Ahora su interior se encuentra muy abandonado, mientras que la lóbrega fachada se mantiene en pie de manera casi inexplicable.

¿Algún día podremos confirmar la identidad del arquitecto escondido tras las brumas del tiempo que rodean la casona?

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