Por Ángel Ramón |
Fuiste como el viento. Pasaste desordenándolo todo, sacando de lugar las cosas, rompiendo algunas, transformando otras. Nada quedó en su sitio, eso seguro.
No te esperaba, no sabía cómo serías por una simple razón: nunca te vi en mi vida como algo posible. Como el viento sorpresivo que sopla en verano y, sin previo aviso, se asocia con la lluvia y empiezan un baile que arrasa con todo.
Recuerdo el primer contacto que tuve, que tuvimos, perdón, con vos. María Laura me miró con unos ojos grandotes y húmedos mostrándome tu fotografía:
—Mirá, es Valentina.
Valentina, que nombre tan adecuado, Valentina (d)el viento. Que viento tan hermosamente… cruel.
A medida que pasaban los meses íbamos familiarizándonos con la idea de que vos estabas incluida en nuestra vida, de a poco nuestras rutinas fueron cambiando: nos empezamos a alimentar mejor, dejamos el vino y algunas drogas, tuvimos una mirada distinta sobre la limpieza de los espacios y la personal, nos comenzamos a mirar, a querer, de otra manera.
Hasta que llegaste, un día que (tampoco) te esperábamos, estabas apurada por venir a terminar de dar vuelta nuestra micro galaxia que, hasta ese momento, era de a dos.
Valentina del viento.
Llegaste toda gritona y exigente, como si tuvieras la necesidad que nadie en kilómetros a la redonda se quedase sin saber que a partir de ahora empezaba tú tiempo. Valentina, Valentina la del viento. Hasta ese momento yo del amor tenía una idea abstracta: que era la libertad, el ser completo en compañía del otrx, que era el aglutinante universal, que… patrañas. El amor eras vos, el amor era tu puñito cerrado, tus ojitos ceñidos y tu garganta dando un grito de libertad que recorría el mundo en 60 centímetros de carne rosada.
El viento llegó y lo revolvió todo. Se metió en todos y cada uno de nuestros espacios sin dejar nada para después. Viento huracanado, furioso, apurado.
María Laura, Valentina (la) del viento y yo. No necesitaba nada más que todas las palabras de esa oración conjugadas en un verbo.
Tu sola presencia nos puso de frente con lo que fuimos, lo que éramos y todas las posibilidades de ser que se abrían para nosotros en un presente perfecto y eterno.
Y así como llegaste, un buen día, cuando viste que todo estaba lo suficientemente desordenado, te fuiste, desacomodando todo de raíz una vez más.
Valentina, el viento. Mi viento de amor chiquito. La guerrillera que nunca soñó con ser princesa pues todo lo que necesitaba lo tenía ahí, en sus manitos.
Viento sonda, viento huracanado, auspicioso viento de tormenta que rompe y desordena pero también limpia y deja espacio para plantar cosas nuevas, para empezar de cero.
Valentina (d)el viento. Fuiste el viento que vino a revolver cada una de mis moléculas con su sola presencia risueña, con sus grititos de amor, fuiste viento y raíz.
Cuento perteneciente al libro Relatos para leer en el colectivo, de Ángel Ramón (Llama Blanca Editorial, 2022).
Estudiante de Psicología, Co fundador de Librería Atrapasueños, Grafólogo, Regresionista, amante de las pizzas, soñador por vocación.
Tuve el gusto de leer el libro y de conocer a su autor….excelentes los dos!!!
Qué hermoso texto, qué bueno leer y sentir el viento, imaginar. Qué amor capaz de desordenar, volar y dar gritos de libertad. Gracias.
Hermoso cuento, hermoso libro! Imaginar, reír, llorar, preguntarse… Este libro es una invitación a pasar por distintas emociones, me encanta!
Muy bueno! Que lindas palabras que dan ganas de leer todo el libro…!
Hola!!! Que lindo! Muchas gracias!! Si te interesa puedes conseguirlo en librería atrapasueños o en llama blanca editorial. Ambos en Tucumán y ambos hacen envíos a todo el país
Angel, un gran soñador. Gracias por regalar tus hermosos relatos, atrapadores.
Yo lo leí completo al libro y para mí es una obra de arte espléndida y voy a leerlo nuevamente
Emoción hasta las lágrimas. Una maravilla poder sentir tanto a través de la lectura. Bellísimo relato. Gracias.
Gracias Angel Ramón por dibujar en letras la ternura y calidez del » sentir» en este cuento.
Me encantó el relato. Te felicito.
Impecable! ❤
Hermoso cuento!! Me hace pensar en lo misterioso del vínculo con ese ser humano al que llamamos hijo…hija. Y realmente son vientitos…vientazos que nos mueven todo. Gracias Angel Ramón
Muy bien narrado, en ese tono intimista que apunta siempre a la protagonista femenina, dándonos pautas pero no certezas, que es justamente lo que un buen narrador debe hacer.
Me recuerda mucho este texto al de «Margara que venía con la lluvia» , de Augusto Mario Delfino, aunque esté se desarrolla dentro de un departamento. Digo me recuerda por lo efectivo de ese tono nostálgicos que te mueve a leerlo con avidez, y estar atento al desarrollo. Éxitos para su autor.
Hermoso relato, mis felicitaciones!
Hermoso