Suscribirme

ISSN 2684-0626

 

Aquí podés hacer tu donación a La Papa:

Libros Tucumán es una librería especializada en literatura de Tucumán ubicada en Lola Mora 73, Yerba Buena – Tucumán.

 

 

 

 

 

Yo soy Rosita

Sobre Yo soy Rosita, de Roberto Espinosa (Libros Tucumán, 2025)

Por Máximo Gómez |

Roberto Espinosa vuelve a interpelarme. Primero, me invita escribir alguna anécdota, experiencia o vivencia, relacionada con nuestra querida Rosita Ávila. Me explica que estaba trabajando en la escritura de un libro sobre la actriz y me pareció necesario y amoroso cargar con una responsabilidad de ese tipo, entendiendo el legado de esta enorme mujer que además —y yo lo sabía por la Rosa— había sido su gran amiga.

El pedido me pareció atinado ya que yo había trabajado con Rosita, en la fase final de su carrera durante diez años y seguramente una personalidad tan importante como la de ella no pasa por la vida de las personas sin dejar marcas. ¡Acepto, claro! Cómo no iba a hacerlo, si la Rosa me dejó con ganas de un último espectáculo que habíamos iniciado en compañía de Alberto Díaz, su gran amigo y compañero y que pintaba ser un lindo complemento de “La mayor mentirosa del mundo” tomando textos e historias que habíamos desechado en la creación del espectáculo anterior. Pero ahí la muerte, se nos adelantó.

Cuando el libro de Roberto finalmente llegó a mis manos, me sorprendió gratamente. Confieso que esperaba encontrarme con mi anécdota en algún anexo y me encontré con una composición maravillosa de historias, hábilmente ordenadas, donde la mía era sólo una de tantas. Las historias del libro se leen, como si se escuchara una música. Una música polifónica, en el que cada testimonio suena libre, pleno, singular, pero guardando un fino equilibrio, integrándose armónicamente en algún aspecto de la vida artística y personal de nuestra hermosa Rosita Ávila. Y digo que es un relato polifónico, porque no hay voces, dichos, historias, que sobresalgan sobre otros creando alguna jerarquía. Las voces de todos respetan su autonomía, pero se engarzan, se ligan entre sí, para reconstruir la figura de una de las personalidades más destacadas de la cultura tucumana, trascendiendo el punto de vista único. Disfruté reconocer a Rosita en cada relato, asentir, reírme, admirar las vivencias de cada narrador como si yo mismo estuviera contándolas. Sentirme identificado en cada uno de los relatos. Y entender que Rosita se fue manifestando, en cada uno de sus amigos y compañeros de ruta, con la misma coherencia con la que se manejó siempre y el mismo amor con el que militó toda su vida en el Teatro Independiente; y que, al mismo tiempo, cada historia permite completar y comprender su enorme personalidad y legado. No creo que haya mejor modo de conocerla que a través de las voces de sus amigos, que gracias a la compaginación de su autor sintonizan, armonizan, convergen, en una música que hoy, más que nunca, es necesario escuchar.

Yo soy Rosita es un libro necesario, ya que es un aporte más a la historia del teatro, un eslabón más para la comprensión de un campo de conocimiento y de la cultura de nuestra provincia y región y que, al mismo tiempo, es difícil de catalogar. A un lector obsesivo le resultará difícil decidir en qué estante de la biblioteca corresponde ubicarlo. Podría colocarlo sin equivocarse en el estante de las biografías; pero también en aquel espacio que destinamos a los textos dramáticos ya que también hay fragmentos de sus obras; pero también lo podría ubicar entre los textos teóricos pues invita a la reflexión y estudio de algunos aspectos nodales, conceptuales, de la cultura teatral independiente; y finalmente no estaría equivocado si decide ubicar el texto entre los libros de Historia del Teatro Tucumano, ya que ayuda a comprender y recuperar la memoria de una generación que luchó para la instalación de un teatro necesario, político, social, solidario, grupal, que no solo entretuviera, sino que debía ser sensible con los diferentes aspectos de nuestra vida comunitaria.

Yo soy Rosita, de Roberto Espinosa, es un libro que llega bien al teatrista y al curioso, al académico y al vecino, al que la conocía y al que por su juventud solo tiene referencias de ella a través del nombre de un teatro. Porque está escrito a la altura de la Rosa, es decir, de una mujer que se comprometió hasta los tuétanos con el teatro y que fue amiga de intelectuales, pero también de mendigos, de los sin nombre. Que amaba lo simple, su jardín, las plantas, los animalitos, el arte popular y el universal. Que asistía a una conferencia con la misma pasión y compromiso con el que ayudaba a un viejito perdido que solicitaba ayuda. Porque para ella, como se puede leer en las páginas del libro, el arte y la vida no corrían por caminos separados.

Por eso, como cada narrador lo manifiesta y sólo por mencionar un tema de los tantos por los que el libro transita, no fue un acto menor ceder su casa para que se construyera un teatro. Porque para el Teatro Independiente no hay intereses económicos que justifiquen las decisiones tanto estéticas como políticas. Como cuentan sus amigos, Rosita cedió su casa para que la casa se hiciera teatro y el teatro se hiciera casa. Es el lugar de la representación, pero también el refugio. Es el lugar donde se practican todos los roles y donde no hay espacio para el divismo. Donde el actor aprende a limpiar el baño y el boletero es un compañero necesario sin el cual la magia del teatro no puede completarse. El Teatro Independiente es teatro y es familia, es lugar de encuentro y de trabajo y, con Rosita, fue también el lugar de resistencia cultural para la dictadura más cruel que nos tocó vivir.

Para mí, leer el libro de Roberto Espinosa, Yo soy Rosita, fue una verdadera experiencia para el conocimiento y para el corazón, porque su lectura es una vivencia. Nos conecta con nuestras primeras preguntas que, en el ajetreo de la vida, solemos olvidar:

¿Para qué hacemos lo que hacemos?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *