Sobre Pueblada, de Dardo Solórzano
Por Gabriel Gómez Saavedra |
En fluir amplio e imparable están escritos los versos en “Pueblada”. Como si cada uno debiera cumplir un decir percutor, para quedar grabado como sombra de compañía en aquellos que los lean. El libro asume tres tópicos bien marcados: el amor, la infancia, y la cara sociopolítica en Latinoamérica (con sus luchas y resistencias). A su vez, los tres están signados por faltas constantes: el amor, se muestra como un hueco invisible e infinito donde cada cuerpo o espíritu que se arrima a su llenado, termina derribado en la certeza de una calle de huellas interminables y cansadas: “Ningún hombre ve lo que yo en tu abismo/ y estabas al sur de mi infierno, ¡para qué!”; la infancia, por su parte, aparece como la víctima de un futuro carnívoro: “Hay que asesinar a los niños que habitan en los espejos/ porque son verdugos en ese universo/ y nos torturan de recuerdos”, futuro que se ha encargado de tragar todo el asombro salvaje con que la contemplación se da en esos primeros años y que, podríamos decir, ha fundado al poeta: “Al espiar por una grieta del tiempo/ ser el niño que ha pecado al ver a Dios desnudo/ dentro de los ojos de nuestros muertos”; por último, aparece el plano donde se desnuda crudamente la necesidad de exponer “su lugar” en conflicto, los golpes de la desigualdad y la ignominia que vienen impactando, desde siempre, en los mismos actores, están en “Pueblada” como un grito que pide la urgencia de la resistencia y la lucha liberatoria. Para Dardo Solórzano, Latinoamérica empieza a conocerse con una luz dolorosa desde su tierra de origen: Monteros, y se abre por nuevos caminos que le van mostrando, una y otra vez, ese rostro al que decidió cantar: “Aquí nadie descansa en paz/ porque hemos dolido aún después de muertos/ y nuestros mártires llevan lluvia en insomnio/ para atormentar el cielo que nunca nos amanece”.
Con un lenguaje que en pasajes remite al Romanticismo, especialmente en la relación de intimidad con la naturaleza y en el sentimiento de maravilla o descubrimiento; pero también a esa línea de poesía social que adquirió relevancia, en nuestro país durante la décadas de 1960 y 1970, con exponentes como Roberto Santoro o Armando Tejada Gómez, Dardo Solórzano escribe su primer libro con imágenes fuertes que salen en estado de bocanada, denotando una poesía que, de forma manifiesta, se asienta como continuidad de ese corpus literario que supieron forjar los poetas del noroeste argentino durante el siglo XX, en especial, con grupos como “La Carpa” o la llamada “Generación (salteña) del 60”; convirtiéndose, con esta última característica, en un exponente poco común de la última poesía tucumana.
*Imagen: Pueblada, de Dardo Solórzano. Llantodemudo Ediciones, 2013.
Concepción, prov. de Tucumán, 1980. Publicó la plaqueta Huecos (Ediciones Del Té, 2010), y los libros Escorial (Editorial Huesos de Jibia, 2013), Siesta (Ediciones Último Reino, 2018) y Era (Falta Envido Ediciones, 2021). Entre otras distinciones, ganó el Premio Municipal de Literatura San Miguel de Tucumán – Género Poesía (Región N.O.A.) y fue seleccionado por el Fondo Nacional de las Artes como becario del programa Pertenencia: puesta en valor de la diversidad cultural argentina.