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Composición de lugar: “La yema”

Por Alejandro Sansón |

Comenzaba la década del 90 del siglo pasado y el funcionamiento económico de la rotisería “La yema” no estaba en su mejor momento: para sobrevivir, había que cambiar el rumbo. En esa época “La yema” había quedado encerrada entre el Súper 25 y el Súper Luque. La gente se acostumbraba a ir una vez a la semana, o una vez al mes, al supermercado y allí conseguía todo.

En esa década, también, se hacía popular para la juventud (entre 10 y 20 años, en su mayoría) la peatonal 25 de mayo, entre calles Santiago del Estero y Marcos Paz. Los días sábado y domingo se cortaba el tránsito vehicular, entre las 18 y las 00 hs. “La yema” estaba en el corazón de la peatonal, así que había que aprovechar esa afluencia masiva de la juventud y hacer algo orientado a su interés.

También durante la semana había concurrencia masiva; especialmente cuando salían de los colegios los alumnos, tanto del turno mañana como los de la tarde. El Sagrado Corazón, en la misma acera; en frente, el Gymnasium, (del cual egresé, y también mis hijos Germán y Martín, todos muy orgullosos por ello). Por calle 25 de mayo, desde la av. Sarmiento, bajaban los estudiantes del Colegio Nacional y de la Comercio N° 1; desde el centro lo hacían las alumnas de la escuela  Sarmiento y de la escuela Normal, así que “La yema” era punto de encuentro todos los días.

Fueron muchas noches de insomnio las que pasé, pensando que podía hacer en el local, que fuera dirigido a la juventud. Una noche llegó la idea de retrotraer la venta de los famosos “cucuruchetos” de papas fritas. Fueron momentos mágicos, a mis hijos les encantaba la idea y a mí también, así que sin perder tiempo, me puse manos a la obra.

Tenía que ubicar a Oscar León, el creador de los famosos “cucuruchetos” de papas fritas, en Tucumán. En la década del 70, él tenía un local pequeñísimo que estaba casi pegado al edificio del Correo, (al frente estaba el cine Rex). Creo que no tenía más de 2 metros de frente y había que subir dos escalones de madera para llegar al mostrador, que estaba sobre la vereda. Allí vendía el famoso “pollocheto” (pollos al espiedo) y los “cucuruchetos” de papas fritas.

A través de contactos, supe que en ese momento Oscar León era el dueño de la pizzería “La esquina” y fui a pedirle consejo sobre la idea que me rondaba la cabeza. No sólo me dio consejos sobre cómo era el negocio de las papas fritas, sino que también me vendió una fritera industrial para hacer las papas y me dijo que se la pagara como pudiera, más adelante les cuento cómo se la pagué.

Ya decidido el nuevo emprendimiento, había que acondicionar el local. Para ello me dio otra gran mano un hermano de la vida (un compañero del secundario en el Gymnasium), el arquitecto Guillermo Tarcic, que hizo el diseño del nuevo local, sugiriendo hasta los colores que debíamos pintar.

Había que conseguir el proveedor de las papas crudas. Lo descubrí en la zona del Mercado de Abasto, sobre la calle General Paz al 1400, que era propiedad de un ingeniero (lamento no recordar su nombre). También a él tengo que agradecerle muchas cosas: hizo hacer un molde exclusivo para el corte de las papas fritas “La yema”. Luego, tuve que conseguir quien hiciera el cucurucho de cartón impreso con los colores de “La yema” (blanco y verde), y fue otro compañero del Gymnasium, de apellido Schuff, dueño de una casa de cartonería, en calle Mendoza al 900, quien lo hizo y me dio otra mano.

Abrimos un viernes y desde la apertura fue un éxito impresionante. Ese fin de semana, al día lunes, habíamos vendido (si lo recuerdo bien) 150 kg. de papas, sin procesar. En un par de semanas, pude pagarle a Oscar León la fritera industrial y compré otra, 0 km. La venta se incrementó al doble. En un par de meses vendíamos alrededor de dos toneladas de papas fritas por mes. El precio del “cucurucheto” era de $1.

El día domingo se producía el cuello de botella a la salida de misa de la iglesia del Sagrado Corazón. Había padres, a quienes conocía, que para no hacer la fila que salía a la calle, me dejaban pagado el “cucurucheto” y la gaseosa de sus hijos y dejaban que ellos hicieran la fila, para luego pasear por la peatonal 25 de mayo.

Había un personaje apodado “el Rana”, que no era muy agraciado físicamente. Este personaje se aprovechaba de eso para asustar a los chicos y los amenazaba con quitarles el “cucurucheto”. Yo sabía que andaba cerca de “La yema” por la corrida de los más pequeños, que corrían a refugiarse dentro del salón.

También recuerdo lo bien que la pasábamos en la época de carnaval. Durante tres o cuatro fines de semana, aunque vendíamos mucho menos, se formaban diferentes grupos, en las cuatro esquinas de calle Corrientes y 25 de mayo, y volaban las bombuchas: algunas nos asustaban, porque pegaban en las vidrieras del negocio, pero nunca pasó a mayores.

Así pasaron los tres primeros años, muy productivos, pero como sucede con todas las novedades, durante los siguientes años, al ver lo bien que funcionaba la venta de los “cucuruchetos”, se abrieron nuevos negocios del mismo rubro: dos sobre la calle 25 de mayo, y otros tantos sobre la calle Muñecas. La novedad había dejado de ser novedad y no daba para tantos, había que pensar en cambiar de rubro. Pero eso es otra historia…

4 respuestas a “Composición de lugar: “La yema””

  1. Gustavo Ovejero dice:

    Maravillosa experiencia querido Ale. Mi hijo Javier que también egresó de nuestro querido Gymnasium era habitué de La Yema. Recuerdo que tenía una cuenta corriente que yo te abonaba a fines de mes. No sé si te habré empatado alguna vez.

  2. Gonzalo Terán dice:

    El mundo está lleno de personas que quieren recoger frutos de árboles que nunca sembraron ni cuidaron.
    Si la composición, (o título), del artículo es «La Yema», los principales protagonistas deberían haber sido sus propietarios, José Sansón y Evelina Israel de Sansón, quienes, con un gran esfuerzo, fueron los responsables de que la famosa rotisería sea una referencia en Tucumán desde el año 1970, hasta que cambiara de manos.
    Ni siquiera una mención, lamentable.

  3. Gonzalo Terán dice:

    EL MUNDO ESTÁ LLENO DE PERSONAS QUE QUIEREN RECOGER FRUTOS DE ÁRBOLES QUE NUNCA SEMBRARON NI CUIDARON.

    LA VERDADERA HISTORIA de «LA YEMA» es inconcebible sin mencionar a sus propietarios, los padres del autor del artículo: JOSÉ SANSÓN Y EVELINA ISRAEL DE SANSÓN, quienes, con mucho esfuerzo lograron crear un ícono entre las rotiserías de Tucumán, durante dos décadas mantuvieron su apogeo hasta el momento que se la regalaron al autor. Trabajaban con tanta dedicación y amor, que lograban transmitirselo a sus clientes que, por más difícil que estuviera la situación en aquel momento, jamás Los habrían cambiado.
    Ningún comercio podía competir con el pequeño gigante, dado que numerosos artículos sólo se conseguían allí. La Yema tenía una clientela muy selecta, todo el barrio norte, los alemanes de la Bosch, los suecos de la Scania, la colectividad Judía, etc., etc., motivo por el cuál, ningún súper, por más grande que hubiese sido podía hacerle sombra

    • Alejandro sañnson dice:

      Estimado sr. Teran sin lugar a duda los creadores de la Yema , fueron mis padres y nadie puede negar eso. Pero sin ánimo de controversia, debo aclarar un par de cosas que no son verdades. La primera es que no me regalaron la rotiseria después de 20 años. Yo he trabajado a la par de mis padres desde el año 1972 y luego cuando mi padre se auto retiró, yo le compré la rotiseria y se la pague de conformidad de ambas partes y además le pagaba un alquiler por el local. Y lo otro que quiero decirle es que si no se lo nombro en la nota es porque el artículo era sobre la papá frita y en esa época no estaba mi padre.

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