Por Fabricio Jiménez Osorio |
Natalia Acosta (45) es docente de Letras, de Filosofía y Especialista en Educación y Nuevas tecnologías. También es voz y compositora en las bandas: Gomas de Eva, Dos Aparatos, La casa de los aviones, Natalia A. Actualmente dicta talleres de escritura, cursa el Doctorado en Arte Contemporáneo Latinoamericano de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, participa en proyectos educativos digitales para el Ministerio de Educación, e integra el colectivo de trabajadoras de las artes La Lola Mora.
*Contame un poco sobre la historia de la editorial Dichosa.
¿Cómo surgió la idea de armar la editorial y quiénes te acompañaron en ese camino?*
Dichosa llegó en un momento de mucha efervescencia de las artes, la música, la escritura aquí en Tucumán. Lo que me movilizaba eran dos cosas: por un lado, estaba tomando fuerza la figura del artista-gestor, y había una movida de formación a través de fundaciones y redes muy potente; por otro lado: estábamos frente a un cambio de paradigma con respecto a la idea de libro, autor y edición, algo que había tomado fuerza en la primera década del 2000 con el surgimiento de editoriales artesanales independientes (en Buenos Aires por ejemplo, Belleza y Felicidad, Siesta, Eloísa Cartonera, VOX).
Dichosa Editorial comienza a gestarse en el 2005, después de participar en un *mega encuentro latinoamericano de artistas gestores, organizado por la red TRAMA* que coordinaba la artista-gestora Claudia Fontes. Participar en ese encuentro me llevó a repensar profundamente mi lugar como escritora/editora. Así que comencé a plantearme la idea de activar más directamente la circulación de mi propia literatura y también las producciones de escritores contemporáneos. Esto pasaba también en el indie musical, y por el lado de las artes visuales estaba muy marcada la movida de conformar redes de artistas con proyectos de gestión. En Tucumán se comenzó a formar un ecosistema de artistas de diferentes disciplinas que sosteníamos nuestros proyectos desde la autogestión. Entonces, en ese Tucumán indie de la primera década del 2000, Dichosa tenía un lugar muy propicio para suceder.
El equipo estable durante los años en que estuvo activa estuvo integrado por Damián Miroli, como diseñador, Mateo Carabajal como apoyo logístico, y yo como editora.
En una primera época también estuvo Antonella Aparicio, con quien teníamos también la banda Gomas de Eva y donde la ebullición poética se canalizaba en canciones y proyectos. En esa época, pensábamos a Dichosa como un proyecto de gestión amplio y soñábamos con organizar eventos artísticos multidisciplinares. Queríamos hacer especies de muestras de cosas inclasificables, pero no llegamos a concretarlo.
En otros momentos de Dichosa también colaboraron fuertemente Lucía Palenzuela y Pola Díaz Mendilaharzu. Como asistente de venta en los eventos estuvo Agustina Nieva. Un team de gente muy linda, la verdad.
Podemos decir que arrancamos en el 2009, cuando sacamos las primeras publicaciones, con Damián Miroli y Mateo Carabajal. Publicábamos “Objetos para leer”, con la idea de que tales objetos podían ser “coleccionables”. Nuestro evento lanzamiento fue en el marco de una fecha de recitales, en el que nos instalamos con una mesita, exhibidores giratorios y las publicaciones, que se vendían super bien porque eran como bombones. Algo a destacar es que nuestros lanzamientos no consistían en la presentación formal de un libro/obra. Era siempre en el marco de una fiesta multidisciplinar.
*¿Qué características tenía lo que se trabajaba en Dichosa?*
Dichosa fue una editorial pequeña, independiente, autogestionada, artesanal. Por el lado de les autorxs, se trataba de sostener que les escritorxs podían autopublicarse y no tenían por qué esperar a que una gran editorial “los habilitara” o legitimara para dar a conocer su obra. Por el lado de la concepción de libro, nos gustaba esa idea de quitarle solemnidad y reinventarlo en el imaginario, proponiendo que un libro también podía ser un cúmulo de hojas fotocopiadas con una tapa de cartulina, o de cartón, o quizá otra cosa, una caja, un montón de tarjetas, una cosa inclasificable con formas y materiales poco convencionales. Esta es una acción intervencionista de la práctica editorial que me pareció muy saludable en Dichosa. Así hemos sostenido el proyecto de convocar a escritorxs, artistas visuales, entre otres, a publicar desde ese lugar de la autoedición artesanal.
Desde el 2009 hasta el 2013 hemos ido lanzando cada año una “colección”, es decir, una serie anual de publicaciones de diferentes autorxs: narrativa, poesía, instructivos tecnológicos, cómic, poesía visual, fotografía, dibujo, arte óptico, en los más variados formatos: libro álbum, libro objeto, fanzine. La idea era publicar material escrito o visual que nos guste mucho, trabajando fuertemente el diseño, proponiendo un concepto enfocado en hacer estallar la forma y el contenido de lo que se quiere publicar. La idea era ensayar, intervenir, o romper lo habitual.
Por Dichosa pasaron variades autorxs: Antonella Aparicio, Lucía Palenzuela, José Villafañe, Pola Díaz, Luciana Guiot, Benjamín Felicce, Lorenzo Verdasco entre otres.
Les autorxs se implicaban en la producción artesanal de su libro-objeto a publicar. Nos reuníamos en casa, en una especie de situación de laboratorio editorial en el que planificábamos, diseñábamos y producíamos los libros. Hacíamos tiradas pequeñas: 50 ejemplares aproximadamente. Nuestros medios de producción eran domésticos: impresora a chorro de tinta y computadora. A algunas herramientas las fuimos comprando con dinero que obtuvimos en nuestros eventos de lanzamiento de libros, o gracias a subsidios del Fondo Nacional de las Artes, y así nos hicimos de una guillotina, un abrochador, una anilladora. En general nuestros ingresos, que luego distribuíamos entre el proyecto y les autorxs. pasaban por las ventas en el evento lanzamiento y posteriormente dejábamos ejemplares en algunos espacios culturales o tiendas.
*¿Cuánto duró y por qué finalizó?*
Publicamos continuadamente durante 5 años, cerca de 30 títulos. Y a partir de ahí Dichosa entró en una larga pausa.
En mi caso, necesitaba concentrarme un poco más en la escritura y poner en pausa la gestión. Y a eso se sumaba que estaba dedicándome a componer canciones con más intensidad que antes. Además de que comenzaba a vivir la experiencia de ser mamá. Todo esto tiene que ver con la configuración de una trama laboral, ocupacional que de pronto estaba mutando en mi vida. Es super importante decir que me ganaba la vida siendo docente part time, y que eso me posibilitaba sostener mis otros proyectos. Y esto les pasaba con algunas variantes al resto del equipo Dichosa.
Entonces llegamos a una meseta en la que necesitamos replantearnos horizontes para una gestión más potente de nuestros proyectos. Había que parar un rato: revisar y evaluar redirigir las fuerzas. El indie de Dichosa era muy extremo. Quizá uno de los puntos a trabajar hoy es esto, poder pensarnos en articulación con los distintos actores de la gestión cultural y de la promoción de las artes y la literatura hoy.
Poco tiempo después comencé a dar clases de Proyecto Editorial en la Escuela de Bellas Artes, llevando hacia ese lugar algo del espíritu de Dichosa, con algunos cambios, y esta fue una forma de mutación del proyecto hacia el campo educativo, una forma muy tremenda y vital. Entonces, no puedo decirte que el proyecto finalizó. Prefiero pensar que está en proceso de reinvención.
*¿Sentís que luego surgieron otros proyectos editoriales a nivel local que heredaron algo de Dichosa?*
Creo que los proyectos editoriales posteriores a Dichosa tienen su propia lógica y fuerza. Al menos esos son los proyectos a los que les presto maś atención. Gato Gordo Ediciones, Charqui, Inflorescencia. Si se trata de percibir una poética lúdica, anti solemne, una valoración de lo artesanal, y de la gestión independiente, creo que veo afinidades con Dichosa. No diría para nada que lo heredaron, sino que coincidimos, felizmente.
Sí, veo elementos superadores en les más jóvenes, cosas que estuvieron presentes en Dichosa pero que aparecen explicitadas y son banderas en las nuevas editoriales: veo muchas más redes, entre editorxs y escritorxs, visibles en ferias, festivales, evento, que logran visibilizar y fortalecer la movida independiente local y a la vez ayuda a ampliar las fronteras; una explicitación de la perspectiva de género y de las luchas de la comunidad LGBTQ, entre otras.
Creo que nos sigue faltando a todes fortalecer la autopercepción como trabajadorxs de la escena editorial local, articular más, y sin traicionar nuestras ideas, hacerse de “cintura” para proponer y demandar políticas que puedan acompañarnos.
*Sobre los talleres literarios… ¿De qué se trata tu taller? ¿Qué te enciende de ese trabajo? ¿Es muy similar o muy diferente al trabajo que hacías como editora de tu propio sello?*
En mi taller propongo experimentar con la escritura a partir de variadas experiencias de lectura, escritura, discusión. Sobre todo invito a que les participantxs descontracturen la escritura, se eroticen con sus textos, sientan placer de escribir, horadándose cada une, hugándose a ver qué se encuentra. Es una búsqueda de la voz o las voces que hablan a través de nosotres, y una propuesta de pensar también las perspectivas bajo las cuales escribimos.
¿Hay algo del rol de editor en esto? Algo hay, pero la diferencia es que en un taller quien lo coordina trata de acompañar un proceso formativo. La edición apunta a terminar un proceso con la obra definida; el tallerista, a vivir plenamente el proceso. Pero en algo se parece en mi caso, en la medida en que me interesa la autoinvención a través de la experimentación: Ir corriendo el límite de las posibilidades, de lo que cada une escribe. Eso está tanto en Natalia editora como en Natalia tallerista.
*La cátedra Proyecto Editorial en la Escuela de Bellas Artes…¿Qué te gustaría compartir sobre la experiencia de trabajar en torno a la edición con estudiantes secundarios? ¿Hay conexión entre las posibilidades que ofrece esta materia y la actualidad y futuro del panorama editorial tucumano?*
Es un trabajo hermoso. Me propusieron diseñar un taller de producción editorial artesanal, muy al estilo de Dichosa, en el que se inscriben anualmente por elección grupos de estudiantes de la EBA, de diferentes años y niveles. El taller está centrado en el aprendizaje basado en proyectos, y es un laboratorio de experimentación editorial, que trabaja en torno a la idea de edición colectiva en sus variadas posibilidades, atravesada por las manifestaciones editoriales contemporáneas vinculadas a las nuevas tecnologías y a las formas de publicación actual.
En el taller componemos libros,, desde las necesidades y propuestas de cada alumne, y por eso atravesamos por procesos de escritura, de creación visual, de corrección, maquetación, entre otras.
Me gusta que el taller sea vivido como un lugar para la experimentación, el ensayo, la obra in progress. He tenido alumnes que luego lograron concretar proyectos editoriales fuera del ámbito escolar, es genial que esto pueda pasar. Lo que me parece bueno es que pueda brindar una experiencia en relación a la edición. Esto apuntala mucho a los artistas gestores. Pero no es la única consecuencia del taller. A algunes les dispara por el lado de ser escritores, también. otros recordarán el taller como ese lugar donde pudieron dar forma a algo que tenían para decir, y lanzarlo al mundo.
fotos: Pablo Masino.
blogs de Dichosa: https://www.flickr.com/photos/142447118@N06/ http://dichosaeditorial.blogspot.com/
Fabricio Jiménez Osorio nació en 1989, en Santiago del Estero. Publicó los libros Bifurcaciones falaces (Culiquitaca, 2014), Un limbo ideal (Gato Gordo Ediciones, 2015), Boogiepop Phantom (Charqui, 2016), Música porque sí / Los amigos del futuro (Edición de autor, 2018), Querida Ilusión (La Cascotioada, 2019) y Ahora (Edición de autor, 2022). Escribió para Toukouman Literatura, Los Inquilinos, La Cascotiada, Campotraviesa, Muta, Escritores en Marcha, Perfectxs desconocidxs, entre otras. Dirige, desde el 2015, la editorial de narrativa breve Gato Gordo Ediciones.
FUE UNA LINDA EXPERIENCIA PUBLICAR MIS SUEÑOS EN DICHOSA