Por Gonzalo Roncedo |
Claro que poniendo la vista en el frente, así dicho, sin entender que los ojos humanos son periféricos pero no rotatorios, lo que implica una perspectiva chata más allá de toda la llanura que los libros de poesía venden, algo está pasando en todo instante. La propia limitación de la perspectiva hace que algo tenga revuelo ¿o no? ¿Por qué, sino, leeríamos poesía, si no creyéramos que al lenguaje y a las palabras, como un despliegue de matices y de montonerías, les sobrevendrá una perspectiva, un sentido (o varios) a interpretar? Un riachuelo que baja no necesita de la serpentina por la tierra para producir hermosura. Es la mirada nuestra la que cree que un pájaro extendiendo las alas posee más mérito que el que vuelve de obtener presas para la cría. Los ojos hacen que la nada se convierta en un instante, y que la perspectiva de ese instante conserve una intimidad o bien una ilíada. Hay que prepararlos (aunque realmente no hay que hacer nada, uno los prepara si quiere, si tiene ganas digo) para que, con práctica, las cosas tomen dimensión y persistan una siesta. Esa doble realidad: la atención de cada persona para percibir una realidad determinada por lo que un sujeto considera una circunstancia, que a la vez puede ensalzar una súper realidad bajo la consciencia del perceptor del fenómeno, es decir el sujeto, es la que leo en el libro delos antologados. Acaso bisnieto, tataranieto mejor, de aquella marea de sentidos cruzados, predicamentos, coyuntura y posterior historia del arte que nomina varios modernismos literarios (según el país o la tradición lingüística), Toblli (sobre todo, Jiménez y Cortez en particular, ya que mi lectura es personal, y no mentiré: leí más del poeta en cuestión) ha logrado mostrar cómo la realidad siempre se encuentra condicionada por un ser que le da existencia para que la doble realidad de su mirada se mantenga obtusa, por qué no mejor roma, por las aristas del mundo material que nos toca experimentar. Ese doblez permite multiplicar la realidad de modo abominable, como bien rezará algún cuento. La percepción sin punta, sin encuadre macizo, de la realidad, permite desrrealizar el acabado de carpintero y lograr el humo de cigarro fractal que trastoca toda geometría euclídea.
Imagen: Obtuso, antología de Pablo Toblli, Marcos Jiménez y Lucas M. Cortez. Ediciones Magma, 2011.
Ingeniero, Analista, Empleado Judicial, fana de Batman, hincha del chocolate. Las menos veces, autor.