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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

Libros Tucumán es una librería especializada en literatura de Tucumán ubicada en Lola Mora 73, Yerba Buena – Tucumán.

 

 

 

 

 

Foro virtual de Literatura y Erotismo

Coordinado por Pablo Toblli |

Gabriela Agüero, Diego Puig y Guadalupe Valdez Fenik participarán de este foro virtual de Literatura y Erotismo. Los convoqué porque, en el cruce de sus perspectivas, deslindar el constructo poroso, errático, pero sobre todo fértil que supone la conjugación de la literatura y el erotismo, podría diversificarse por distintos enfoques.

Cada uno tiene sus visiones, algunas más emparentadas a la llamada literatura erótica en sí y otras con trazos más oblicuos y laterales, ya sea desde sus obras, en declaraciones públicas, en talleres que impartieron, como en la modelación de ese yo virtual que ensayan en redes sociales. Dicho esto, una pregunta circular que rompa el hielo, un poco en general para todos: ¿Qué tensiones, qué superficies, que tipo de aleaciones asume la relación entre la literatura y el erotismo?

Diego Puig: Mi sensación es que vivimos en tiempos bastante puritanos con poderosos nichos pornográficos y que el concepto o la palabra erotismo es como de otra época. A mí me decís erotismo y pienso en un tipo en los años 70, tomando whisky, fumando y mirando bailarinas en bolas en el Moulin Rouge de París. O lo asocio a los thrillers eróticos tipo Bajos Instintos de los 90. Me parece que podemos pensar la categoría «erótica/erotismo» como algo general relacionado a la representación del sexo o podemos pensarla como un término específico entre la sensualidad y la pornografía. Pero, siento, y creo que así lo trabajo un poco en mi literatura, lo erótico está más cerca de lo pornográfico (al fin y al cabo estamos bastante determinados por internet y nada es más internet que el porno) o para decirlo de otra manera, nuestra sensibilidad erótica en la actualidad es más pornográfica (¿esto sería una mezcla de crudeza, exhibicionismo y genitalidad?). Para lo demás, lo más recatado, usamos «sensual/sensualidad».

Igual, hay algo particular de la literatura, o del acto de lectura, esa privacidad, esa soledad del lector que es más cómoda para recibir algo erótico que estar expuesto a una pantalla, ya sea comunitaria como en un cine o un televisor, o que te encuentren mirando gente teniendo sexo o en bolas en una pantalla individual. Hay algo medio de pajero en el erotismo, jajaja, ¡perdón! No tengo nada contra ser un pajero, pero me gusta que quede en el orden de lo privado. La literatura es el mejor lugar para coparse o calentarse con el erotismo y que sea privado. O sea, que la gente se bese en la calle me parece hermoso, pero una manoseada o una erección en público me incomoda. ¿Soy medio termo? Algo ¿no? Igual cuando escribo sí puedo, y me gusta, correr los límites de mi ser social y ahí sí lo sensual, erótico o pornográfico puede brillar con todo su fuego y no tengo problemas en ir un poco lejos para servir distintos propósitos, desde que se caliente el lector a buscar la belleza íntima del sexo a transmitir alguna idea o emoción.

Gabriela Agüero: Las sociedades se encuentran atravesadas por posturas ideológicas, filosóficas, religiosas, económicas y políticas, que han perdurado durante siglos, acerca del sexo/genital, la sexualidad y el disfrute sexual. Estas tensiones se han visibilizado por supuesto en el arte y eso significa que la literatura lo ha abordado.

El erotismo fue y es una forma de configurar ese mundo donde las energías sexuales, atravesadas por las emociones y otros sentimientos nos despiertan el Amor y el Deseo. De alguna forma, percibo al erotismo como esa poesía oculta que anida en todo arte, nos adentra a una Caja de Pandora, donde no solo está el soporte visual explícito, sino que recurre a otras dimensiones: olores, texturas y por supuesto la palabra (el lenguaje).

La literatura se ha encargado entonces de describir, según el contexto circundante, como se ha percibido el mundo sexual a través del tiempo, y podemos construir una línea  que va desde la mitología griega, la poeta Lesbo, la mitología egipcia… hasta un libro antiguo como el Kamasutra, la misma Biblia, los escritos acerca del Tantra, los escritos de Sor Juan Inès de la Cruz, los cuentos del Marquès de Sade, las novelas de Henry Miller, las cartas eróticas de James Joyce, la poesía de Bukowski, el diario de Anais Nin, la poesía oscura de Marosa di Giorgio, etc.

Estos mundos nos presentan no es solo el sexo visto de forma pasional, o cruda, o melancólica, o salvaje, o caníbal. Nos presentan el mundo de todos los días, el mundo que los seres humanos recorren desde el nacimiento hasta la muerte, por ende, percibo que es una sexualidad presente en cada hora vivida.

Desde mi experiencia personal (como si fuera una Alicia que ingresa al pozo que la llevará a mundos fantásticos) la literatura fue la que me dio un paseo primeramente por libros de medicina sobre la genitalidad sexual, para luego leer sobre el Tantra y el Kamasutra, dos aspectos contrapuestos de mirar la Sexualidad y la vida misma. Esta mirada oriental de la sexualidad como una filosofía que nos determina, fue el punto de partida para emprender un camino personal que luego se traduciría en la escritura.

Hallar en la palabra la tensión de los cuerpos, la voracidad del deseo, hallar en la palabra lo salvaje, lo burdo, lo sucio fue una manera de darle materialidad a la sexualidad burbujeante detrás de la piel. La poesía se convierte en ese instrumento que libera tensiones, tabúes, fetiches, dolores y traumas, todo es posible en la palabra, aún aquello que una no se atreve en la dimensión real y necesita documentar, tener un espacio donde volcar las experiencias transitadas.

Si lxs humanos nacemos del Sexo, somo seres que exploramos nuestra corporalidad desde edad temprana, interactuamos con lxs otrxs, y en ese vínculo social se determinan las tensiones sobre nuestro cuerpo, cuerpo que nos lleva al disfrute y al amor, temáticas que han dado de comer a literatura, es inevitable entonces decir que la relación del Erotismo y la Literatura, es parte y producto del ser social en relación con su medio, con sus costumbres, con sus experiencias y que se hará visible de forma explícita o implícita a través del lenguaje.

Pablo Toblli: Las posturas tanto de Diego como de Gabriela localizan una suerte de libido que se canaliza en el arte. Creo que Diego prefiere intuir a la excitación en el ámbito privado y encuentra a la literatura como un placer solitario, siendo un lector alguien que puede erotizarse con sus identificaciones, frustraciones y morbos hasta más vergonzosos cuando los encuentra en un libro. Diego, recuerdo que alguna vez citaste un pasaje de un cuento de Salinger en que la literatura era una mezcla de recuerdo y deseo. En este sentido, esa frase tiene un suspiro de melancolía y nostalgia, pero que la literatura reconfigura -podríamos decir- como en un “happy sad” estético. Me interesa detenerme en esto, porque la literatura emparentada al deseo privado tiene que ver con una erótica, pero al ser algo privado como decís, me remite a un ritual sagrado y aislado, de la fantasía, intransferible a las coordenadas de lo real o lo intersubjetivo. Les pregunto: ¿De alguna manera, esa búsqueda más profunda y anhelante, pero al mismo tiempo ensimismada, no tiene que ver con un erotismo oriental y silencioso, hasta antigenital, melancólico -ese que un poco introducía Gabriela- contrario a la erogación pornográfica, al frenetismo del cabaret y lo naif de un garche de una noche occidental, opuesto al exhibicionismo y la Play Boy de los 90?

Gabriela Agüero: Me parece que el erotismo, más allá de la cultura, propone una extensión de la sexualidad hacia un Todo donde el Arte ha sido vehículo de esa manifestación, en este caso, la sexualidad salta lo genital pero no el cuerpo; al contrario, lo exalta para decirnos que el disfrute es tan amplio como la extensión de la piel, entonces nos pone en la mesa un abanico de posibilidades y a la vez nos invita a despertar más nuestros sentidos.

Tal vez estamos muy contaminados con una sexualidad cotidiana comunicacional donde todo responde a patrones impuestos (telenovelas, cine, etc), donde el amor, el deseo y el sexo van por caminos ya dichos una y otra vez.

Me parece importante entender que hay una división del mundo sexual privado o no del cada día de nosotrxs y lo que nos propone el Erotismo desde la rama del Arte y como se enlaza y se visibiliza en la literatura.

Creo que desde la mirada común mezclamos erotismo con pornografía, y justamente lo que propone el primero es el despertar de la libido, el deseo y el amor por medio de otros escenarios: lo sutil, lo no dicho, el aroma, el cenit de un orgasmo, la mordida, el rasguño, la saliva, la luz o la sombra de los cuerpos, los rostros, las caderas, etc.

Erotismo no es sinónimo de quietud, de impalpable, lejano, frío o inmaterial… por lo menos así no es lo que figura en los pasajes de La insoportable levedad del ser de Milán Kundera: «Sintió en su boca el suave olor de la fiebre y lo aspiró como si quisiera llenarse de las intimidades de su cuerpo».

O lo que escribe Kafka en El Castillo: «Ella quería algo, y él quería algo. Furiosamente y con muecas violentas, hundía el uno la cabeza en el pecho del otro. Algo querían, y ni sus abrazos, ni sus cuerpos encabritados, les hacían olvidar nada; les recordaban más bien el deber de buscar algo más; como perros que escarban desesperados la tierra, así escarbaban ellos en sus cuerpos. Y desamparados, desengañados, buscando todavía una última dicha, se lamían y lamían la cara con las lenguas. Sólo la fatiga los calmó, y quedaron agradecidos el uno al otro.»

O lo que nos dice Gioconda Belli en Pequeñas Lecciones de Erotismo:

VIII

Aspira suspira

Muérete un poco

Dulce lentamente muérete

Agoniza contra la pupila extiende el goce

Dobla el mástil hincha las velas

Navega dobla hacia Venus

Estrella de la mañana

—El mar como un vasto cristal azogado—

Duérmete náufrago.

Hay un erotismo que habla de coito, de cuerpos, de líquidos, de olores, de violencia, de locura… solo que su lenguaje es una Sinestesia de sensaciones

Partiendo de esto, no solo busco una literatura que me despierte zonas no comunes de mis sentidos, sino también, trato de alguna manera o por lo menos quisiera transitar ese mismo camino en mi propia escritura.

Mis poemas brotan de un eje vertebral que es el Hambre: hambre por el cuerpo del otro, hambre que no se sacia, hambre de carne, hambre de amor, y a la vez ese deseo inagotable por supuesto responde al vacío que lxs seres humanos cargamos en esta existencia; porque el sexo y la filosofía también van de la mano. Pero además, ese hambre es producto de la Violencia, la violencia de un sistema, la violencia de la naturaleza misma. Condiciones que busco plasmar, en este caso, por medio de las herramientas que nos ofrece el erotismo, entonces no solo hablo de sexo. En realidad, el sexo, la palabra son un medio para responder la pregunta culmine: ¿Qué es la vida y qué sentido tiene?

Diego Puig: Jajaja, los que me conocen saben que me gusta la polémica y que la entiendo como una manera pasional de conversar. Con este espíritu lo primero que quiero cuestionar o disputar es la idea de que lo íntimo (en este caso, el erotismo, la sexualidad o la genitalidad) sería triste, melancólico, ensimismado o reprimido solo porque es personal o privado. Para mí hay mucha alegría, celebración, fuerza y éxtasis en la esfera de lo íntimo, que tampoco implica algo solitario. La esfera de lo íntimo incluye a la pareja, a los amigos más queridos y cercanos, a las personas que pueblan nuestra cotidianidad hogareña, etc. Y ahí hay fervor, alegría, entusiasmo, comunión, belleza y demás. Diría todo lo contrario, que en estos tiempos la socialización de la esfera íntima solo genera tristeza, frustración, envidia, depresión, violencia, soledad, competencia (como muestran los estudios con respecto al impacto de las redes sociales en la salud mental, jaja). Creo que recuperar positivamente la esfera de lo íntimo es fundamental para la sexualidad y el erotismo. Y como dice Gabriela, porque somos seres sexuales justamente compartimos un sustrato erótico que no requiere una visibilización exhibicionista, ni subrayada, ni pirotécnica. Todos tenemos deseos, orgasmos, sabemos qué es el contacto con la piel y lo que es estar calientes, jajaja. No hace falta una idea mimética o representativa del arte para que compartamos una experiencia estética. Creo justamente que en el erotismo, la forma es muy interesante, muy poderosa y necesaria porque todos tenemos experiencias eróticas, pero no todos podemos hacer literatura con esas experiencias y esos deseos.

Lo que me lleva a otra idea: Hay como cierta impostura con respecto a enarbolar la bandera del erotismo en la literatura, como si fuese una causa que merece ser defendida o promovida, o, no sé, como si hubiese un entusiasmo que yo encuentro un poco desmedido o exagerado y muchas veces impostado con respecto al erotismo. ¿En serio creen que los humanos somos así de calentones? Jajaja, ¿Así se coge? ¿En serio se cogen tanto o el sexo es tan importante como para militarlo como una causa diferente en la literatura? ¿No querrán los escritores que son medio virgos hacernos creer que son re sexuales?, jajaja. Para mí el erotismo es un recorte más, un tema más dentro de los múltiples temas que abordan la literatura y la poesía. ¿Por qué el erotismo sería más importante que escribir sobre el resentimiento, sobre la botánica, sobre la resurrección, o sobre las desigualdades económicas? No veo ahí una preeminencia, una primacía del tema o de la categoría erotismo por sobre otras categorías. Y ahí parece haber un enamoramiento a veces injustificado, desmedido y hasta un poco falso. Y lo mismo pasa cuando se dice que las escenas de sexo eróticas son muy difíciles de escribir o hay que tener mucho cuidado con el erotismo porque una escena erótica mal escrita te puede destruir un texto y la verdad es que para mí es exactamente igual que una escena mal escrita sobre la amistad, sobre el dinero, sobre la fe; o sea, esa vara o ese cuidado… no sé, todo me parece así como sobredimensionado. Por supuesto que a mí el erotismo me encanta, yo lo escribo, pero como un tema más, con la honestidad y la naturalidad con que abordo cualquier otro tema. Y también espero del erotismo lo mismo que espero de cualquier otro tema, ¿no? Que esté bien abordado, que esté bien desarrollado, que esté bien escrito, que tenga cierta profundidad, que no sea gratuito, pero no veo que el erotismo sea más difícil ni más importante, ni que requiera más cuidado que cualquier otro tema.

Diego Puig: Y coincido con Gabriela: ¿qué es lo que más me gusta o me interesa del erotismo en la literatura? La cuestión de la piel, o sea, una manera estética de abordar los cuerpos, la fisicidad. Pero más importante aún me parece esa dimensión erótica del cuerpo que también, digamos, se corresponde con una erótica de la lectura, una erótica de la escritura, donde se siente en la piel, donde se siente en el cuerpo. Y eso me parece una de las cosas más hermosas del erotismo cuando uno lo escribe, o sea, esa sensación bien física, bien corporal, incluso podríamos decir visceral o animal, pero también con la sofisticación propia de los humanos y de los artistas o intelectuales. Para mí el erotismo tiene una potencia intrínseca, propia (como la tiene cualquier tema que uno desarrolle, hablemos por ejemplo de una experiencia mística o hablemos por ejemplo de justicia social, o hablemos del amor o hablemos de la amistad o de la familia todas. Esas cosas también tienen una potencia que la puede tener, como la tiene el erotismo). Hay una cuestión ahí física que es muy propia del erotismo que me parece como destacable en relación a la lectura y a la escritura. Escribir es como pajearse por momentos. Y leer es como coger. Ponele. Jaja.

Pablo Toblli: Creo super claro el aporte de Gabriela con esos ejemplos para materializar de qué hablamos cuando decimos erotismo. Ese despertar de la libido que busca el erotismo de dejarnos en un umbral que impele al cuerpo del otro, ¿no entra dentro de los temas más serios de la literatura, desde San de la cruz y “la noche oscura del alma” en adelante? Y aquí abro la polémica en relación a lo que se pregunta Diego: ¿El erotismo no ha sido incluido dentro de la nómina de temas monumentales y trágicos del arte? Es como si el erotismo fuese alta cultura, sintaxis y figuras refinadas, sutiles, y el porno cultura baja, trash, vulgar, literal, violenta, etc. Por un lado, mi pregunta es, siguiendo la valoración de Diego: ¿Cuándo un párrafo, que merece ser llamado erótico, está bien escrito?

Por otro lado, me interesa este debate que se abre sobre la sobrestimación que se le da al erotismo y el lugar de culto sagrado: diferentes sintaxis llamativas a lo largo del debate público: “hacer el amor” o “coger”: ¿qué suponen esos espejismos del lenguaje si así lo son? Porque pareciera que el coito está más del lado de una tragedia, de un peligro: “Yo si no hago el amor, no voy a entregarme”, andan diciendo. Para algunos autores, de hecho, la famosa caracterización del orgasmo “como la pequeña muerte”. Siguiendo a Bataille, esa ansia de fusión que busca el cuerpo del otro es una ilusión, y resulta todo lo contrario a la compenetración sexual buscada como resolución de esa ansiedad: “La desaparición del individuo responde a la disolución erótica”, dice Bataille en La felicidad, el erotismo y la literatura.  Es como si ese embrujo erótico hiciera difuminar las armaduras del yo y ser un mecanismo igualador como la muerte, en donde se pasa de estar vestido, singularizado con las armaduras de nuestro yo robusto, a ser “desnudado”. En este sentido, en los tiempos que corren ¿puede seguir teniendo vigencia esta concepción del erotismo como tragedia y, en tanto tragedia ¿la elección de un lenguaje sublime, sobrestimado y cuidado?

Ahora, dos preguntas más. Una para Gabriela:

La poesía ha ostentado mucho la figura de lo “impenetrable”. En los 50 con Alejandra Pizarnik y luego con el neorromanticismo estaba muy de moda en la poesía argentina lo “insodable” del hecho poético, lo inabarcable que suponía la penetración del abismo y la imposibilidad de no poder dar cuenta de él por el lenguaje. Esa fascinación por la literatura epifánica y soberana del instante, como la muerte, ¿no es una pulsión por demás erótica, esa ansiedad por encontrar las palabras, porque no decaiga la erección del lenguaje que nos hace penetrar el misterio? Gabriela, en uno de tus poemas resolvés esta metáfora del erotismo y la traes del lado del cuerpo que es el origen: “No sé si los poetas aman de esta forma, / creo que toda su poesía es un anhelo utópico / de amarnos como nosotros / ahora, / ni tampoco sé si sus poemas / se acercan a esta furia, / porque allá las flores bonitas no cargan en sus pétalos / la emoción partida / de los cuerpos”.

Y para Diego:

En tu literatura está muy presente el constructo de la fiesta y la noche. En un momento escribís en It girl: “Una fiesta es la conquista social del espacio sin mediación de la razón”. Y luego seguís con la promesa de toda fiesta que se materializa hacia “el final de la noche” Esto me hace acordar a una frase de Octavio paz: «En todo encuentro erótico hay siempre un personaje invisible y activo: la imaginación». ¿Esta disolución de la razón, la fantasía, la promesa, la búsqueda de ese objeto a tientas por los pasadizos de una fiesta es, de alguna manera, un principio del umbral erótico en tu literatura y en la existencia misma?

Gabriela Agüero: Cuando la literatura desarrolla una temática amorosa de alguna forma, implícita o explícitamente, se aborda el erotismo, pero por supuesto, también tenemos una literatura abocada al erotismo como columna vertebral de su escritura, que es muy posible que desde la mirada prejuiciosa sea tomada como una literatura menor.

Recuerdo cuando el Fondo Nacional de las Artes realizó un certamen cuyos ejes temáticos para concursar eran Terror, Ciencia Ficción y Fantasia, cierta parte de escritores se levantaron a quejarse porque consideraban que eran géneros pocos solventes para ser honrados en concursos literarios. Sin embargo, la vida misma está contenida en los traumas, la locura, la fantasía y las tecnologías, y hay muchísima literatura acerca de ello. Por supuesto, que el certamen siguió adelante y unx de sus ganadores fue una poeta tucumana.

De esta forma, sucede algo parecido con la literatura específicamente erótica, hay una mirada todavía conservadora o castradora acerca de la misma.

Ahora siguiendo tu otra pregunta de cuándo un párrafo erótico está bien escrito En lo personal cualquier texto, que me genere algo interno, me interpele, fomente la imaginación y el despliegue de diversas emociones tiene un poder sobre mi persona. En el caso específico del erotismo es donde la palabra explora dimensiones pocos comunes, que nos permiten descubrir cuán amplio es el deseo.

Hay lectores que accederán tal vez a textos más simples para despertar su libido, u otros buscarán textos más metafóricos… No hay un patrón o receta general que nos lleve por un solo camino y celebró que así sea.

Por otro lado, el lenguaje que permite expresar el erotismo, también es diverso:  soez o elegante, porque el mundo sexual no está regido por estructuras inamovibles. El sexo no es una cosa u otra… es Todo. Puede que se crea que por referirnos a literatura pensemos en un erotismo refinado, volátil, pero en ese caso tiene que ver con lenguaje que utilice el o la escritora de acuerdo a su identificación personal con ese erotismo y por supuesto, la identificación propia del lector. Y refiriéndome al contenido trágico, de alguna forma somos hijos de la Tragedia Griega, donde por medio de la mitología, que aborda los grandes problemas existenciales del ser humano, desarrolla ante todo el eje de la Vida y la Muerte, esa muerte inevitable, ese amor desgraciado y ese sexo desenfrenado. Por ende, así como la vida tiene sus ingredientes agradables, tiernos y alegres, como oscuros, desgarradores, etc, el erotismo también es eso, una manifestación de la vida misma.

Por último, creo que toda pulsión vital puede ser erótica, porque la energía sexual es la que da vida y es la que nos mueve en este plano terrenal. La poesía tiene la extraña posibilidad de nombrar aquello que pareciera innombrable en el lenguaje cotidiano, nos da la posibilidad de manifestarnos impunemente, nos permite ser asesinxs, ninfómanas, locxs… ¿quién puede condenarnos?  Su sentido epifánico puede ser una de las maneras de responder a aquello que la filosofía aún sigue tratando de dar forma teórica… ¿por qué el amor y el sexo nos muta poderosamente?

Guadalupe Valdez Fenik: El año pasado yo estaba medio manija con las lecturas digamos eróticas, en amplio sentido. Leí I love Dick, que si no vieron la serie la recomiendo, de Chris Kraus. Es sobre una directora de cine que se obsesiona con un chabón que es artista visual, que un poco tiene que ver con que está pasando una especie de crisis matrimonial, una especie de insoportable aburrimiento. El encuentro con Dick viene a sacudir su deseo, su arte y su matrimonio, y tanto ella como el marido terminan obsesionándose con el chabón y haciendo una especie de juego o fantasía sexual en el que le escriben cartas. Creo que es una novela sobre el deseo de una mujer, pero también una crítica a las machiruleadas y snobismos horribles del mundo del arte.

Como dice Diego vivimos en una época extremadamente pornográfica, entonces cabe qué nos preguntemos qué es lo erótico para nosotres ahora. O qué interés puede haber en escribir sobre sexo. Pero también qué entendemos por literatura erótica. Más allá de las escenas sexuales concretas, a mí lo que me interesa como lectora, es el plano de la fantasía. Porque veo en eso un momento de infancia que conservamos oculto, un momento de juego o de “libertad” del capitalismo y sus demandas de productividad.

Otro libro que leí sobre esto es El primer hombre malo, de Miranda July que por momentos te llega a desesperar cómo la protagonista se la pasa metida en el plano de la fantasía obsesionada con un chabón que no le da ni la hora primero, y después con la hija de sus jefes a la que tiene que recibir en su casa sin muchas posibilidades de decir que no. Ella se sumerge en una serie de fantasías digamos sexuales entre estos personajes y vive ahí, y no sabemos bien por qué, o de qué se está defendiendo, si es que acaso se está defendiendo. Lo interesante es que igual va estableciendo un vínculo con la chica, paralelo a sus fantasías. Sí me pongo a pensar qué es lo que estoy buscando en estos libros, porque creo que siempre estamos buscando algo cuando leemos, creo que es la forma en que estas autoras (no es casual que sean mujeres) construyen y de alguna manera reivindican el plano de la fantasía pero no se quedan allí. Si pensamos en mujeres deseantes es imposible no recordar a Ana Karenina y su trágico destino, el hombre que se tira a las vías del tren anticipando su castigo. Mencioné estas novelas porque las considero revolucionarias. Nos muestran mujeres que se abren en sus fantasías más íntimas, en una vulnerabilidad que es maravillosa, sin prejuicios, como si por fin hubiera un lugar en la literatura para eso que antes pudo haber incomodado tanto.

Diego Puig: ¿Cuándo un párrafo, llamado erótico, está bien escrito? Cuando te calienta, te da ganas de coger o de hacer el amor, de sentir otro cuerpo, cuando te ganas de hacerte una paja, al menos. Pero si uno pensara un poquito más, una escena erótica bien escrita, probablemente te haría sentir una experiencia erótica que nunca has tenido, o si no expande, trasciende o empuja los límites de una experiencia erótica que reconocés pero el texto te lleva un poco más allá.

La diferencia entre hacer el amor y coger me parece que tiene algo de remilgo burgués. Es tan burgués como la higiene personal o la propiedad privada o las buenas costumbres y la buena educación. El sexo por naturaleza es cochino, aunque ahora todos se laven bien y se saquen los pelos. Tener sexo o coger o hacer el amor implica olores, secreciones, la parte más “sucia” del cuerpo, pero ya nadie quiere asumir eso, salvo ciertos fetichistas. Ahora el sexo tiene que ser higiénico, no tiene que tener olor, no tiene que dejar ninguna mancha, tiene que ser todo impecable. Pero por favor… Parece algo neurótico, muy de la época y de ciertos valores como muy conservadores y muy burgueses.

Desde ya que no es lo mismo el sexo que hacer el amor. Son otras las pulsiones, uno podría pensar que tener sexo es más del orden de la euforia o del descargar, mientras que hacer el amor es más del orden de la comunión. Son otras las emociones, las sensaciones, los efectos y las consecuencias que están involucradas en hacer el amor. Cualquiera que haya tenido sexo con alguien que ama sabe esto. Para mí el erotismo hoy no tiene nada de trágico, es pura celebración, exaltación, placer, alegría. No reconozco en el elemento erótico nada trágico ni ninguna connotación triste. La roña es carnaval.

Con respecto a la cita de It girl, me parece que una de las cosas más eróticas que existe es la anticipación, ese anhelo, esa imaginación de lo que puede llegar a suceder.

Para contextualizarlo me gustaría como plantear una lista de cosas que me resultan eróticas y otras que no.

Algunas cosas que no me resultan eróticas a priori: La realidad, lo concreto, lo simple, lo mundano, cierta cosa mecánica o rutinaria, lo rutinario de lo cotidiano, la ignorancia, la autosuficiencia, la soberbia, el desinterés, el desdén.

Cosas eróticas, en mi opinión: La sofisticación, la alegría, comerse la cancha, querer conquistar el mundo, el coqueteo, la conquista y el manejo del espacio; el poder, el savoir faire, los excesos decadentes, la impunidad, las grandes promesas, la imaginación, la curiosidad, el humor y la risa; la buena conversación, la genialidad, coger en horario laboral, en el balcón o sobre el lavarropas, poner el corazón en la piel. Y como en El primer hombre malo, de Miranda July, que trae a la discusión con mucha perspicacia Guadalupe, me resulta muy erótico las ganas de cuidar al otro, de contenerlo y abarcarlo, y darle un espacio seguro con mi cuerpo.

Pablo Toblli: Vamos llegando al final. Gracias por sus aportes. Una última pregunta para cerrar.

Actualmente circula una nueva categoría dentro del mundo de la sexualidad que es la de Incels, que básicamente son “cebiles involuntarios” (https://gatopardo.com/noticias-actuales/incels-celibes-involuntarios/): La categoría comenzó a circular cuando “Elliot Rodger en 2014, mató a seis personas con un arma de fuego y un cuchillo. Antes de perpetrar los asesinatos, Rodger publicó un video en YouTube, sentado en un automóvil de lujo en el que se quejaba de ser virgen a los 22”.

En fin, en los últimos años se ha caracterizado a estos Incels como gente con violencia potencial, o que presentan cuadros de depresión crónica: piden su Burger y se encierran frente a su PC a ver porno o jugar videojuegos. ¿Qué piensan de esto? ¿El sexo sigue siendo importante como ordenador de la sociedad y la subjetividad? ¿Cómo se llevan con los vírgenes? ¿Les cuesta socializar con ellos? ¿Son personas más aniñadas, como si les faltara un eslabón psíquico? ¿O es todo producto de una sociedad discriminatoria? ¿Son personas menos interesantes por ser vírgenes? ¿Por qué ocurre la virginidad eterna? ¿Es un problema a resolver?

Diego Puig: Tiendo a relacionar el surgimiento de los Incels (como grupo o “tribu urbana”) con el apogeo de las redes sociales y el uso de internet para cultivar o comunicar identidades que históricamente no tuvieron buena prensa o socialmente no fueron muy bien vistas. A partir de cierto anonimato y de la vida tecnológica que llevamos surgen nuevos valores que impactan en estas identidades. En la serie Fleishman is in trouble, por ejemplo, el protagonista es un judío neurótico un poco loser que se está divorciando y a los cuarenta años descubre que socialmente su valor está por las nubes en tanto hombre heterosexual de mediana edad, porque hay muchas mujeres solteras en las apps de citas. Algo parecido pasa con el orgullo incel, porque (para usar un estereotipo como ejemplo) desde que los programadores, tipo nerds o esa onda, ganan fortunas en dólares, ya no son losers sino commodities con una altísima demanda. En algún momento pasó con los gays y el furor por tener un amigo puto.

Pero otra cosa que me parece interesante en este punto y que escritoras como Jhumpa Lahiri o María Gainza y cineastas como Lucrecia Martel han señalado y elaborado: la identidad puede ser una trampa. Una vez que te identificas y te identifican con un rótulo, tenés que vivir de acuerdo a sus reglas. ¿Qué pasa cuando quedamos atrapados en una identidad?

De los incels, como señala Pablo, lo más perturbador es la violencia manifiesta o contenida. Hay incels que son más tiernos y a uno le dan ganas de abrazarlos y mimarlos, y otros que si te los cruzás cambiás de vereda. En ese sentido, hay algo erótico en la figura de los incels, pero que no sé si tiene tanto que ver con el sexo o la virginidad en sí misma, sino en cómo está metabolizada. Son pocos los datos biográficos que en sí mismos y por sí mismos me movilizan, en todo caso me resulta más interesante qué hacen con ese dato biográfico en cuestión.

Me cuesta mucho pensar un ejemplo literario donde un incel haya sido construido, explorado y narrado con toda la belleza o la profundidad que esta categoría puede tener. Tal vez porque lo mencionó Guada, Miranda July es la primera que se me viene a la mente y tal vez algo de esto hay en Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued. Pero si me preguntan a mí, me quedo con Plop, el protagonista de la novela homónima de Rafael Pinedo, que tiene una relación con el sexo, el tabú y el poder que es de las mejores plasmadas alguna vez en la literatura argentina.

Gabriela Agüero: En este caso nos entramos en un terreno peligroso, donde la Virginidad pareciera una carga en esta sociedad actual, y la violencia es propia de la Naturaleza y cómo la interpreta el comportamiento el homo sapiens. Los crímenes, la corrupción no están determinados por sí unx es virgen o no, si bien es cierto que según investigaciones científicas la misma zona que activa la sexualidad es la que activa la conducta violenta. Vivimos en una sociedad violenta que va cambiado los arquetipos de lo malo y bueno, de lo posible y no posible. Entonces hace 200 años atrás la Virginidad era un tesoro y hoy es una condena, porque la sexualidad responde a un mercado.

También hay que hacer un análisis profundo de las relaciones interpersonales según las diversas sociedades que se constituyen en el Mundo según criterios morales, religiosos, etc.

Por ejemplo, en Japón:

«Más del 40 por ciento de los jóvenes solteros en ese país es virgen, según un reciente estudio realizado por el Instituto Nacional de Población y Seguridad Social.

Más del 40 por ciento de los jóvenes solteros en ese país es virgen, según un reciente estudio realizado por el Instituto Nacional de Población y Seguridad Social.

El informe puso en alerta a las autoridades que ven cómo su población envejece sin poder revertir esa tendencia. El universo abarca a personas de ambos sexos entre los 18 y los 34 años. Entre los hombres, el número de aquellos que nunca han tenido relaciones alcanza el 42 por ciento, mientras que ese número asciende al 44,2 cuando se trata de las mujeres. Su población envejece sin poder revertir esa tendencia. El universo abarca a personas de ambos sexos entre los 18 y los 34 años. Entre los hombres, el número de aquellos que nunca han tenido relaciones alcanza el 42 por ciento, mientras que ese número asciende al 44,2 cuando se trata de las mujeres» (Infobae).

Un aspecto contradictorio o no de una cultura que ha sido cuna del Hentai, el Shunga y la técnica del Shibari.

Pareciera que cuanta más represión, o deseo no manifiesto más se despliega la fantasía y el morbo.

Lo importante es poder romper con las imposiciones sociales que generan culpa, donde constantemente se construyen Otredades Negativas en relación al sexo y el cuerpo: el/la le que es gordo, o virgen, o negro, o pobre, etc.

Esos son actos discriminatorios constantes que excluyen y despliegan el Bullying.

Aquí no podemos hablar de Erotismo, porque hablar de ello es hablar de diversidad, libertad, creatividad y conexión con el otro. Aspectos que el mercado comunicacional del Sexo no vende sino impone construcciones identitarias excluyentes.


Imagen: El Lissitzky, Batir las claras con el gajo rojo, 1919.

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