Por Diego Puig |
Toda confusión consciente –estoy casi convencido– es terreno fértil para la creación. Pienso en esas hibridaciones que corren levemente el foco y, como algo apenas fuera de su eje, producen efectos impensados, corren algunos límites o velos perceptivos, arrojan luz sobre lo propio desde un lugar impropio. En eso pienso cuando mencionan “el indie tucumano”.
Para la filosofía, la crítica y la historia del arte, quedará después el trabajo de analizar estos corrimientos en profundidad o desde una particularidad: ¿pero qué puede significar, qué puede llegar a ser, el arte indie tucumano? ¿Qué surge de trasplantar una noción cinematográfica norteamericana o una categoría de la música anglosajona a las calles húmedas cuando no polvorientas del Gran Tucumán?
Indie en su sentido más primario proviene de la idea de producir arte por fuera del sistema de los grandes estudios o sellos y sin mayores consideraciones económicas, capitalistas o de mercado. En este sentido se puede relacionar con todo lo experimental, de bajo presupuesto, el off, el under, lo artesanal o independiente (que, en cuanto a literatura y editoriales se refiere, puede o no ser lo mismo que indie). Entonces, si en Tucumán no hay ninguna producción cultural industrial-masiva y por lo tanto nunca hay presupuestos ni plena profesionalización, el indie es independiente de ¿qué? ¿o de quién? Como categoría, el “indie tucumano” quizá sea una tautología porque ambas palabras dicen lo mismo. El arte en Tucumán es tierra de nadie y como no tiene dueños también es de todos.
Desde ya que, con el tiempo, el indie ha ido formando su propia estética o una sensibilidad particular, también de bajo presupuesto, o de baja intensidad tal vez. Al haber menos recursos materiales, todo lo que se produce con la etiqueta de indie es chico, mínimo, hecho a pulmón o atado con alambre, cotidiano. Y esto habilita cierto tipo específico de temas, preocupaciones, historias y sensibilidades. El indie tiene un espíritu íntimo, pequeño, de rutina, sin mucha épica pero con bastante romanticismo. El indie está estrechamente relacionado tal vez con la juventud urbana, educada y productiva, que no encuentra su lugar en las grandes ligas del capitalismo y late, vibra, produce y siente desde los márgenes de la masividad y su definición de éxito.
Si seguimos esta línea de pensamiento, el indie es la estética de la precarización, la independencia del dinero y de ciertos valores estandarizados por el mercado, pero en clave clase media de segundas o terceras marcas. Una forma de ser en el mundo que es un poco más que bohemia pero menos que burguesa. ¿Podríamos decir que es la forma de la clase media o media baja, estetizada? ¿La estética de una moderada ambición con sueños rotos? En Tucumán, es, por esto, tal vez más fácil reconocer lo indie en la música y, con algo de tenacidad, en el teatro (Me soplan por la cucaracha nombres como Fuera de foco y La Colorida). Hablar de indie en la literatura y en otras manifestaciones artísticas es, sin embargo, un poco más complejo. Porque la pregunta siempre vuelve, el escritor indie de Tucumán es independiente ¿pero independiente de qué?

Imaginemos a este sujeto por un momento. Seguramente, va o fue a la universidad pública y estudia arte, letras, filosofía, música, teatro o cine. Las universidades privadas en Tucumán no se especializan particularmente en estas ramas del conocimiento. Entonces, este sujeto ideal –modelizado– no tiene un mango y su familia, tampoco. O no tienen dinero para grandes proyectos de producción artística. (Mejor que escriba entonces.) Alquila en Barrio Sur, seguramente, o en los límites externos de las cuatro avenidas. Está super formado e informado. Se ha visto las películas de Jim Jarmusch y de Andrew Bujalski. Ha leído a Bukowski. ¿Habrá disfrutado de la serie de HBO Girls el indie tucumano? ¿Le parecerá que Brooklyn es suficientemente indie? Nuestro sujeto ideal toma cerveza en bares donde las sillas de madera son muy incómodas y hasta hace poco fumaba Phillip Morris. Sigue y escucha a Luciana Tagliapietra, a la Pupy Nagle y a Daniela Spalla con Esteman. Baila en fiestas alternativas y tiene conciencia social porque la vida y/o el capitalismo no le dieron otra opción. Habla, escribe, piensa y siente desde un lugar de esfuerzos poco recompensados, de ambiciones importantes que desembocan con más frecuencia que no en tristezas, angustias y leves resentimientos. Pero el indie no está particularmente enojado ni es violento. Más bien, acepta y trata de encontrar belleza y felicidad en las cosas simples. Mates o juntadas con amigos sobre el sacha-césped de nuestras plazas. Sueña con el amor (hoy poliamoroso o de parejas abiertas). Sufre con una mansa alegría y bastante dignidad.
“Quiero cargarte la Tarjeta Ciudadana
y que des vueltas
por la ciudad
en el 19,
con el aire acondicionado encendido
mientras leés una novela breve
y mirás absorto
la belleza del paisaje
por la ventanilla.”
(fragmento de Quiero poner un maxikiosco con tu nombre de Marx Bauzá)
Esta descripción, que no puede ni pretende ser exhaustiva, reduce bastante la posibilidad del indie hoy en el año 2020 en Tucumán. Porque el indie, que explotó en los 90 no estaba muy enojado, sino más bien apenas derrotado. En Tucumán, pero en el mundo aussi, los jóvenes y los artistas se mueven regidos más por rabias y disgustos y por una profunda preocupación por las injusticias del presente y las amenazas del futuro. El indie no es combativo, más bien se repliega sobre un interior entre apático y soñador. ¿Hay mucha gente escribiendo así? ¿Realizando su producción en estos términos? Levanten la mano.
En el año 2019 (o sea, hace como una década), participé en el comité de evaluación de propuestas y proyectos artísticos para la sala cultural Le Pasaje. Y de todo el material que recibimos durante la convocatoria, lo que podría corresponderse con una sensibilidad indie fue muy poco. Pero aquí ya estamos hablamos de plástica: pintura, escultura, instalaciones y demás. En cuanto a las letras, puede haber más ejemplos, pero casi exclusivamente en poesía. La poesía joven tucumana, en muchos aspectos es estéticamente indie: Sofía de la Vega, Marco Rossi Peralta, Marx Bauzá, Florencia Méttola son nombres que yo pienso bastante indie y que alcanzaron producciones con aciertos y triunfos estéticos. No tengo respuestas a por qué no hay narrativa indie en la provincia. Salvo que la autocompasión y/o la afectación romántica son difíciles de trascender y de sostener por más de una página. La tentación de la literatura-del-yo es demasiado grande como para lograr cuentos y novelas indie interesantes por estos días. Sin embargo, la poesía y la música en Tucumán –en graduaciones justas y bellas– han logrado ir más allá de los lugares comunes del yo sintiente y han mezclado a la melancolía de juventud con el humor, con imágenes de adaptación y de supervivencia y la aceptación de nuestras rarezas. Pienso aquí, solo para dar un ejemplo, en ciertas leves referencias religiosas en la poética de Sofía de la Vega.
“Siempre fuimos grandes nadadores.
Vos en la otra costa del mundo
te sumergías en piletas
con puertas submarinas,
mientras yo flotaba
en un mar caliente
y pensaba cómo dos poetas
pueden ahogarse
apoyando los pies en la arena.
Tomamos del mismo vaso
todos estos años,
leí a Viel un tiempo después,
pero la natación de Dios
nos llevó a lugares distintos
y quisimos darnos
la mano cuando ya no estábamos solos.
(fragmento de otro poema de Sofía de la Vega)
Pero insisto: indie, ¿indiependiente de qué? ¿Independientes del sistema productivo que aquí no existe? ¿Independientes de las sensibilidades mainstream? ¿Independientes de normas y valores burgueses? ¿Independientes de la familia? Menos que más. Porque la familia probablemente sea la institución económica más importante para la gente indie que hace arte en Tucumán. Aunque el indie siempre está permeado por una sensación de anomia y de soledad. ¿Pero cómo son las soledades y las anomias de Tucumán? Porque no estoy seguro de que la alienación afectiva o social profunda del indie sea posible aquí, o al menos no en grandes volúmenes. Familia, amigos y groupies colman los eventos indie por lo general. El amor tóxico, que para el indie fue el amor más puro y bello, aquí abunda pero también ya ha encontrado demasiados detractores. Y ahora tal vez estamos en un momento histórico y de cambios socio-político-culturales que han ido mixturando o despegando al indie de las producciones actuales que incluyen algo más pop, algo oscurito, internet y las redes, drogas duras, un poco más de agresividad.
“todo se ha ido rompiendo
lentamente
la pava eléctrica
el microondas con comida podrida dentro
la mostaza pasada”
(frangmento de un poema de Alex Rivadeneira)
Quizá la independencia más significativa en esta provincia sea la del Estado provincial, sus nóminas salariales y quiosquitos lindos. En esta jurisdicción donde casi toda la actividad económica gira alrededor o deriva de los fondos provinciales e institucionales, lo indie apenas se lleva bien con el Munt o el Virla. El estado en los temas relacionados al arte está casi totalmente ausente y/o muestra una indiferencia casi patológica. Esta independencia, a veces forzada, a veces basada en el desinterés, se parece bastante al origen de todo. Es que el indie es hije del neoliberalismo de los 80 y de los 90, de los estados ausentes, de los primeros sálvese quién pueda. En esa orfandad empezó una independencia que, como todas, es dulce y dolorosa. Injusta, estimulante y muchas veces excitante. Pero después de treinta años, hemos aprendido a pelear, a quejarnos, a protestar, a desmerecer la autocompasión e incluso la aceptación acomodaticia, la adaptabilidad del buen perdedor. Nunca la meritocracia; pero ya tampoco queda demasiado emprendedurismo indie.
Así que no sé muy bien qué puede significar indie en Tucumán hoy salvo cierto desamparo silvestre y una vulnerabilidad soleada. En los tiempos que corren y por las características de este precioso pueblo-paraje, estamos lejos de ese estado de ánimo inicial que quedaba tan bien en algunas baladas y en ciertas películas que pasaron por Sundance pero con budgets millonarios.
Yo, que soy un burguesito acomodado típico, salvo por esos consumos indie puntuales en música, cine y poesía, deseo para Tucumán jugadores industriales y masivos importantes, un estado presente en las artes y menos violencia o revanchismo en la realidad para que tengamos menos necesidad de un arte combativo. Con todo eso, quizá, el indie en Tucumán alcanzaría un nuevo estadío en su evolución. Pero probablemente estos no sean todavía los tiempos para eso. O tal vez sí. En el 2019, nadie pensaba que las cosas iban a ser tan diferentes tan poco tiempo después. Y sin embargo, aquí estamos.
“La moto avanza despacio
y la ciudad es grabada por una cámara super 8.
El agua estancada se llena de diamantes
y no puedo creer que un charco refleje
lo que a veces pienso de este hogar. ”
(fragmento de Un tributo de Sofía de la Vega).
Ilustración 1: Perfil 8. Acrílico sobre papel, 14 x 21,5 centímetros (2019), Diego Andrés Gelatti
Ilustración 2: Perfil 10. Acrílico sobre papel, 14 x 21,5 centímetros (2019), Diego Andrés Gelatti
Diego Andrés Gelatti
(Tucumán, 1997). En el 2016 ingresó a la Lic. en Artes Plásticas de la Fac. de Artes de la UNT (esp. grabado y pintura – taller C). Desde 2018 participó en exposiciones locales y nacionales que incluyen: 4° premio adquisición en el 9° Salón de pintura del NOA de la Fundación Cultural Santiago del Estero (2018). Seleccionado para el Premio Itaú de artes visuales 19-20 (2020). «46° Salón de artes visuales de Tucumán para el ámbito nacional», Museo de Bellas Artes Timoteo Navarro, San Miguel de Tucumán (2018). “Plataforma de elevación artística transgeneracional, ahre” (Junto a 4 otres artistas), Le Pasaje, San Miguel de Tucumán (2019). «Software determinador de género», Sociedad Francesa de Tucumán (2019). «Eregebofilia» (junto a Carla Florencia Juárez), Usurpa, San Miguel de Tucumán (2020).

Nació en Tucumán en 1982, pero se siente más o menos tucumano porque vivió gran parte de su vida fuera de la provincia. Es autor de la novelas Nadar sin luz (Ed. Milena Caserola, 2013) e It girl (Gerania Editora, 2020) y de los libros de cuentos Vírgenes infinitas (Ed. Mulita, 2018) y El problema de la luz (Gerania Editora, 2022). Actualmente sus escritores favoritos incluyen a Jhumpa Lahiri, John Cheever, Federico Falco, María Gainza, Rafael Pinedo, Hebe Uhart, Fogwill, Mavis Gallant, Lucia Berlin y Magalí Etchebarne. Dicta talleres de escritura y de lectura (con ¿excesivo? entusiasmo) online.