¿Por qué y para qué una Feria del libro en Santiago?
Por Lucas Cosci |
Día miércoles. Entro al Forum. Me sale al encuentro una impactante instalación que presenta un libro de dimensiones colosales. Es una réplica a gran escala de un libro entrañable: la obra de teatro de Clementina Rosa Quenel. El ejemplarse muestra abierto y señalado en el acto segundo de Una boda para Ventura Saravia, con los parlamentos de Ventura y Tomasa, en página derecha, y el dibujo de Elda Munar, en página izquierda, tal como está en el diseño de la edición oficial. El resto del libro muestra sus páginas en posición de desplazamiento, que dejan entrever secuencias fragmentadas de su texto. Hay un señalador rojo. El artefacto es una presencia que interpela al visitante, invita, seduce. Nos marca el tránsito hacia un espacio otro, un espacio que nos espera detrás de la puerta cancel con su gramática de luces, colores, anuncios, tapas de libros, y demás visibilidades feriales. Una vez adentro, el emplazamiento se abre como una babel horizontal. Si el universo, como quiere Borges, también puede llamarse biblioteca, hemos a un universo paralelo.
El diseño de la feria simula un orden ficcional. Nos descubrimos en una ciudad, la ciudad de los libros. Hay avenidas, calles, y pasajes. Hay casas de techos bajos y chimeneas, hay plazas, y también hay templos. Hay espacios para el refrigerio y la recreación, espacios para ver, para escuchar, para pensar. Hay personajes. Hay intrigas y versos al vacío.
¿De qué ciudad estamos hablando?
Estamos hablando de una ciudad dentro de la ciudad. Efímera, festiva, luminosa, esta metrópolis letrada no es eterna como la de Borges. Dura exactamente cinco días. Es la Feria del Libro de Santiago del Estero, que un año más nos recibe con su liturgia.
La palabra “Feria” tiene connotaciones festivas, celebrativas. Del latín feria, feriarum significaba días festivos o sagrados.
Si bien existen desde la antigüedad, las ferias fueron un fenómeno económico surgido en la Baja Edad Media. Eran espacios que concitaban la visita de mercaderes en torno a las ciudades importantes. Se celebraba durante varios días, una vez al año, bajo la advocación de alguna fiesta patronal.
Con el tiempo las actividades feriales generaron una modalidad especializada: Las ferias de libros. El origen se remonta al siglo XVI, ya en la modernidad de la galaxia Gutenberg. Frankfurt es una de las primeras. Reunían en un espacio cerrado a autores, lectores avezados, impresores, con un protagonismo especial de las órdenes religiosas.
En Argentina, la primera edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires “del autor al lector” fue en el Centro Municipal de Exposiciones en marzo del setenta y cinco.
Ya en pleno Siglo XXI, en la Ciudad de Santiago del Estero, en una antigua estación del ferrocarril Mitre, se da continuidad a esta antigua tradición.
Santiago tiene su Feria del Libro desde el año 1995. Después de algunas discontinuidades, la reencontramos en el año 2010, para seguir hasta la fecha sin interrupciones, con la excepción del primer año de pandemia. Los emplazamientos han cambiado, pero la cita es la misma. De la plaza Libertad al Parque Oeste, a la Plaza Sarmiento y, por último, al Forum.
Aunque la sede es Santiago, su impacto es el norte del país y más allá. Participan en este evento, editores y personalidades de la cultura de provincias vecinas y de otras lejanías.
Como en anteriores ediciones, los stands muestran su desfile de novedades. En las salas hay presentaciones de libros, disertaciones, talleres, obras de teatro y atracciones diversas para niños y adultos.
El desfile de figuras es convocante, entre celebridades nacionales y reconocidas personalidades locales y regionales. Cualquier lista es incompleta. Los más chapeados: Sylvia Iparraguirre, Alejandro Grimson, Fabián Casas, Celeste Cid, Leopoldo Teuco Castilla, solo por dejar nombres al azar.
En simultáneo, se lleva a cabo el Tercer Encuentro de Poetas del Norte Entero, que ha convocado a treinta y cinco poetas de la región a un recital en continuo entre espacios feriales y urbanos. Su poesía impregna de belleza y sonoridad el aire santiagueño. Un fenómeno que merece ser destacado por su continuidad y expansión.
Durante el evento ha habido sesenta mesas de presentaciones de libros, algunas con varios títulos a la vez, lo que ha sido quizás una de las actividades más visitadas.
Sylvia Iparraguirre –conocida narradora y compañera del mítico Abelardo Castillo– ha tenido a su cargo la conferencia de apertura. Además, la noche del jueves en la sala Carlos Manuel Fernández Loza ha tenido lugar la presentación de su reciente libro Cuentos reunidos,
Los nombres que presiden las salas, como en otras ocasiones, evocan la tradición literaria Santiagueña: Bernardo Canal Feijóo, José Andrés Rivas, Clementina Rosa Quenel, Carlos Manuel Fernández Loza, José Antonio Sosa, María Adela Agudo, Jorge W. Abalos y la sala infantil Carola Briones.
Jóvenes y adolescentes participan con entusiasmo, con fruición, en talleres de lectura, talleres de dibujo y de variadas disciplinas; en obras de teatro y de diversos juegos, que inscriben sus juventudes en el universo de la producción simbólica. Jóvenes que leen y discuten lecturas, que se inician en los placeres del descubrimiento, que transitan pasadizos de sueños encuadernados. Es conmovedor.
¿Qué significaciones genera este evento? ¿Por qué y para qué una Feria del libro en Santiago?
Una Feria del Libro es un espacio de encuentro, comercialización, conocimiento, reflexión, discusión, recreación y muchas otras posibilidades que solo acontecen cuando se conjugan ciertas condiciones de coexistencia de productores, consumidores y comercializadores de la cultura, en un tiempo y un lugar. Un micro-mundo que tiene sus contornos perfectamente definidos: Un rango de fechas y de horarios en un lugar. Ahí empieza y termina todo. Una vez adentro, nos ponemos al tanto de novedades de catálogo, interactuamos con figuras, conocemos tendencias y discutimos los ejes centrales de la cultura contemporánea.
¿Qué pudimos observar en nuestros recorridos por las calles y las salas de esta ciudad de letra impresa?
En primer lugar, una creciente actividad editorial en el noroeste. Una veintena de editoriales independientes, han presentado una producción que no tiene nada que envidiar a las cadenas comerciales, destacándose por el cuidado en la manufactura del libro como objeto de culto y por la rigurosidad en la construcción de sus catálogos.
En segundo lugar, un acogedor espacio de encuentro para los actores diversos del mundo del libro. Autores, lectores, editores y libreros tuvimos oportunidad para constituirnos como comunidad interactiva que multiplica posibilidades.
En tercer lugar, una renovada producción literaria y cultural, que manifiesta rupturas y continuidades con las tradiciones vigentes, en el marco de un concierto de pluralidades. Si bien encontramos producciones alineadas en la obediencia a tradiciones rígidas, que siempre las hubo, también es verdad que hay una nueva poesía, una nueva narrativa, un nuevo teatro, música, cine y demás expresiones, con un estado de originalidad y estilo, que las inscriben en un itinerario de búsqueda en los márgenes del canon consagrado.
Por último, una oportunidad para los adolescentes de interactuar con el maravilloso mundo del libro. Delegaciones escolares y jóvenes que eligen visitar la feria como alternativa a las ofertas de la industria del entretenimiento, se descubren a sí mismos en sus gustos literarios, en sus opciones estéticas y en sus búsquedas de conocimiento.
Quiero reivindicar el carácter periférico y noroestino de esta feria. Frente al monopolio de la industria cultural que ejerce Buenos Aires, nuestra región se posiciona como un espacio de producción, intercambio y comunicación, en el interior del interior, que nos constituye como comunidad lectora-productora, arraigada en su territorio y en diálogo crítico con nuestras tradiciones. El norte del país se autodespliega como una red de conexiones materiales y simbólicas en un circuito propio, que prescinde de la mediación centralizada.
También es preciso destacar el lugar del estado como sostén y garante del acceso del pueblo a la cultura. Sin la intervención del estado, esta feria no sería lo que ha llegado a ser; se vería reducida a un evento de naturaleza exclusivamente comercial, sin equidad en el reparto de oportunidades. En estos tiempos de crueldad, cuando la cruzada contra el estado aparece como el estandarte del pensamiento único, cuando las universidades públicas y las instituciones de la cultura se sorprenden amenazadas por el propio poder político, es necesario pensar en estos refugios como lugares de resistencia. Solo el estado con su vara igualadora puede asegurar las condiciones para la continuidad de estos eventos.
¿Para qué sirve una feria del libro? Para eso: para garantizar la circulación igualitaria de los sentidos.
Domingo por la noche. Las luces palidecen. Los libros vuelven a sus cajas. La ciudad de papel se retira a su recova de tiempo. El tomo gigante de Clementina caerá en la concavidad del olvido. Me voy en silencio, a pasos lentos por la calle Perú, con el último poema del Teuco Castilla entre los labios.
Vive en la provincia de Santiago del Estero. Es doctor en Filosofía por La Universidad Nacional de Córdoba. Docente e investigador en la UNSE y en la UNT. Autor de libros de ficción, entre los que se encuentran Faustino (novela, 2011), La memoria del viento (cuentos, 2012), 1958, estación Gombrowicz (novela, 2015), Ciudad sin Sombras (Novela, 2018); y del ensayo El telar de la Trama. Orestes Di Lullo, narrativa e identidad (2015). Es autor del blog El cuaderno de Asterión, en línea desde el año 2009, donde publica artículos literarios y de actualidad política