Entrevista a Juan Sebastián Torales
Por Fabián Soberón |
La película Almamula combina cuestiones ligadas a la religión católica, la lucha de clases sociales y una leyenda popular. Hace foco en la historia de un adolescente que es atacado por un grupo de chicos por ser homosexual. La familia se traslada a una finca en el campo, en las afueras de Santiago del Estero. La película funciona como una pieza híbrida en términos de narración y producción, ya que la narración da cuenta de una leyenda local y del modo de vida santiagueño, pero fue realizada con un equipo internacional en el área de postproducción y en una parte del proceso de guionado. En esta entrevista, el director, Juan Sebastián Torales, se refiere al rol de la iglesia católica en la construcción de las mentalidades y al cine entendido como un arte que representa a la cultura de una provincia.
¿Cómo se originó la idea de contar la historia de Almamula?
Hace 9 años en un momento de mi vida en que todo estaba más que bien: estaba instalado en Francia hace ya 13 años, felizmente en pareja viviendo en el departamento de mis sueños, con un trabajo privilegiado en la televisión francesa. Un oasis de paz luego de tantos años de lucha para sobrevivir en una sociedad tan competitiva como lo es la parisina. Creo que es esa misma calma la que me llevó a hacerme preguntas sobre mí mismo que no me había hecho hasta ese momento, porque simplemente no tenía el tiempo de hacerlo. Y así comencé a indagar, empecé una terapia y descubrí un par de heridas de mi niñez que no habían sanado. Y a medida que iba escarbando una especie de proyector se encendió en mi cabeza y empezó a mandarme imágenes, como fotogramas fantasmagóricos desde mi inconsciente que con el tiempo empecé a darles sentido y forma. De ahí surgió Almamula, que es, en pocas palabras, una sucesión de cuadros de mi infancia. Conectar con ese niño también fue conectar con mi más ferviente deseo que siempre fue desde chico, hacer una película.
¿Estás interesado en que el cine realizado de Santiago del Estero (y por extensión del norte argentino) de cuenta o haga referencia a la cultura local? En este sentido, ¿pensás en el cine que te interesa realizar desde un criterio regionalista?
Otras de las razones por las que Almamula existe es porque yo quería hacer una película 100×100 santiagueña, que no solo sea una carta de amor al niño que fui sino también a la provincia en la que crecí, a mi familia, a la gente que quiero.
Además de reivindicar que no todo lo que pasa en el cine pasa en Buenos Aires. Quise darle visibilidad a los rostros, a las voces y los acentos ignorados en nuestro país y magnificarlos como solo el cine sabe hacerlo.
La experiencia de vivir hace ya casi 20 años en Francia, este país que con tanto orgullo promueve su cultura y todo lo que produce, me llevó inevitablemente a ver el lugar de donde vengo con otros ojos. Santiago es una tierra de gran riqueza, aun siendo una provincia con más del 80 por ciento de empleados públicos y que no produce tanto como debería producir, es la cuna de la cultura y tiene un potencial artístico y productivo inimaginable. Lo confirmé cuando fui a hacer las etapas de casting, conocí muchísima gente involucrada en las movidas culturales y con sed de hacer cosas nuevas. Para mí fue inevitable poner el foco aquí. Las historias tienen que sobrepasar los muros de los departamentos y el obelisco, somos un país gigante lleno de recursos artísticos y rarezas que en el mundo pueden provocar impacto. Todo esto lo confirmé luego de visitar más de 30 ciudades con la gira de la película.
En Almamula se entrecruzan cuestiones ligadas a la religión católica, clases sociales y la leyenda popular. ¿Por qué trabajaste con este cruce?
Nacer en una provincia como Santiago del Estero es ser atravesado de manera inevitable por las creencias. ya sea las que todos conocemos como la religión, pero también por las más místicas y ocultas. Brujerías, leyendas, mitos, monstruos, es una tierra marcada por la conjunción de todas estas ramas.
Desde un punto de vista personal, fui adoctrinado por la iglesia y los valores y el comportamiento que esta me exigía. Paralelamente tuve la suerte de poder conectar con el campo, la naturaleza y la gente que vive allí, lo que abrió otras puertas y creencias en mi cabeza. Lo que me llamó la atención es que siempre había un punto de concordancia, la moral era en todos lados la misma. Las mujeres estaban siempre en el origen de todo pecado y sufrían los castigos, eran transformadas en monstruos, pájaros y otras formas aterradoras.
Llegué a la conclusión de que lo espiritual y lo pagano estuvo siempre mezclado desde la época de los colonos; muchos dicen que la misma leyenda del Almamula fue creada por ellos, en la época de la Inquisición, al ver a los indígenas vivir su vida sexual libremente atentando contra la moral de la iglesia católica. No solo los castigaron sino que también crearon este monstruo para encaminarlos y evitar sus actos inmorales. Hoy mi Almamula existe como un grito de rebelión contra todas estas viejas fórmulas. Una herramienta para deconstruir estas leyendas y valorizar a las minorías, a los castigados. Una fuerza que viene desde el monte con belleza y poesía para sanar siglos de incomprensión.
Según he propuesto en un artículo, las películas del cine del norte argentino son en su mayoría de producción independiente. En menor medida, se han realizado con un subsidio del INCAA. Un tercer grupo ha trabajado con una coproducción internacional ¿Cómo ha sido el caso de Almamula?
Almamula fue coproducida entre Francia, Argentina e Italia. Cada país aportó una parte del presupuesto y gracias a la unión de estas 3 fuerzas todo fue posible.
Todo empezó en Francia con Pilar Peredo, una gran amiga mía en ese momento directora de arte que siempre me incentivó a escribir mi peli porque le gustaban las cosas que había producido de manera independiente hasta ese momento en Francia. Pilar dejó el arte por un tiempo y empezó a producir, le presenté Almamula en varios estados hasta que vio que empezó a tomar forma y vio la película a través de mis palabras. Juntos nos lanzamos en un torbellino a la pesca de subvenciones y financiamientos. Nuestra primera victoria fue en el foro de coproducción de San Sebastián asociados con Lorena Quevedo en Argentina. Este premio nos abrió las puertas de Creative Media Europa, Eurimages y otras prestigiosas subvenciones. Luego llegó el INCAA que premió de manera unánime el guión de Almamula y nos dio la ayuda a la producción. Mi jefe en Francia, un reconocido animador de televisión, Bernard de la Villardiere, se sumó a la aventura como productor e Italia aportó lo suyo para poder realizar la post producción de Almamula en Roma. Todo esto a lo largo de 7 años, covid de por medio.
El rodaje se realizó en Santiago durante 5 semanas, tuvimos un apoyo inconmensurable de la provincia, orgullosos de ver un proyecto que potencialmente podría poner a Santiago en el mapa cinematográfico internacional.
La historia que contás en la película desmonta (o puede desmontar) ciertos prejuicios que existen en las sociedades conservadoras, en particular en las sociedades del norte argentino. ¿Podrías hablar de esto?
Este film parte de una simple visión que es, “somos todos, en cierta forma, infelices”.
En el fondo nos gustaría ser felices y que todo esté bien, pero al ser influenciados por la culpa y el pecado que la religión nos inculca, no lo merecemos, y tampoco sabemos cómo serlo.
No somos malas personas, simplemente no sabemos cómo ser felices. Nuestra vida se basa en una pelea interna y constante de querer ser bueno o ser malo. Todos tenemos esa dualidad en nosotros. No somos totalmente ángeles ni totalmente demonios, estamos luchando constantemente con eso. Es eso el ser humano. No podemos construirnos a nosotros mismos pero creemos que podemos construir al otro como nos parezca, cuando en realidad eso tampoco podemos!, Hay una cierta frustración en esa lucha interna que tenemos que nos lleva a ser extremadamente jueces de los otros. Y es lo que nos está debilitando. Esa separación, esa desunión, desde hace siglos. Hoy solo vemos las consecuencias de años y años de búsqueda de la felicidad en los lugares equivocados y esto excede la posición geográfica en la que estamos, es una neurosis generalizada.
Y por eso me animo a decir que lo único que yo sé es que las religiones, las teorías, las reglas, las armadas, las ideologías, toda manera orquestada para ser, o todo lo que condiciona el comportamiento humano, todo esto está MAL.
¿Por qué crees que el deseo homoerótico produce un rechazo específico en una sociedad como la de Santiago? ¿Está relacionado con la educación católica o va más allá de esta circunstancia?
No, no podría decir que todo está relacionado con la educación católica aunque en gran parte sí. Por ejemplo, Almamula es una película con una consciencia espiritual, social y ecológica en la que los personajes se pelean por ideales y cada uno representa una parte de la sociedad o una de las tantas caras de esta neurosis generalizada en la que vivimos. Estos ideales y principios los usan como escudos para ocultarse de lo desconocido porque tienen miedo. En este caso, la homosexualidad aun siendo más visibilizada hoy sigue siendo incomprendida y rechazada.
La gente detrás de estos escudos, no saben nada, tienen miedo y peor aún no saben cómo ser felices. Por lo tanto, juzga y lastima. Lástima porque además de esto somos frágiles, estamos cubiertos por piel que recubre nuestros huesos. podemos lastimarnos y podemos también lastimar a otros.
Siempre me pregunto qué hubiera pasado si hubiéramos nacido en un mundo en el que el sistema de santo/pecador, premio/castigo no existiera. Porque no solo podremos ser seres humanos con consciencia y saber discernir cuándo detenernos en el momento en que estamos lastimando a alguien. Creo que de eso se trata.
Juan Sebastián Torales nació en Santiago del Estero y actualmente está radicado en París. Es director de cine. Almamula es su ópera prima.

Nació en Tucumán, Argentina. Es Licenciado en Artes Plásticas y Técnico en Sonorización. Se desempeña como Profesor en Teoría y Estética del Cine y Comunicación Audiovisual en la UNT. En 2014 obtuvo la Beca Nacional de Creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. Colaboraciones suyas se difunden en publicaciones nacionales e internacionales. Integra las antologías Poesía Joven del Noroeste Argentino (compilada por Santiago Sylvester, FNA, 2008), Narradores de Tucumán (compilada por Jorge Estrella, ET, 2015) y Nuestra última Navidad (compilada por Cristina Civale, Milena Caserola, 2017), así como el diccionario monográfico La cultura en el Tucumán del Bicentenario, de Roberto Espinosa (2017). Fue traducido parcialmente al portugués, al francés y al inglés. Libros publicados: la novela La conferencia de Einstein (1ª edición en 2006; 2ª edición en 2013); en el género relatos: Vidas breves (1° edición en 2007; 2° edición en 2019) y El instante (2011); en el género crónicas: Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (2013), Ciudades escritas (2015) y Cosmópolis. Retratos de Nueva York (2017); y el volumen 30 entrevistas (2017). Como director de cine, realizó los documentales Hugo Foguet. El latido de una ausencia (2007), Ezequiel Linares (2008), Luna en llamas. Sobre la poeta Inés Aráoz (2018), Alas. Sobre el poeta Jacobo Regen (2019) y GROPPA. Un poeta en la ciudad (2020). Con los músicos Fito Soberón y Agustín Espinosa, editó el disco Pasillos azules (AERI Records, 2019).